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13 de abril de 2025 a las 09:20
Belleza sin Culpa
El fulgor de la fama a menudo ciega, y en el caso de William Levy, parece cegar a quienes lo rodean. Se le acusa de un "crimen" pasional, de ser irresistible, un imán para sus coprotagonistas. ¿Pero es justo culpar al río por fluir, al sol por brillar? William, según se nos presenta, es un hombre dedicado a su familia, un padre ejemplar, un profesional comprometido. Que sus compañeras de escena sucumban a su encanto no lo convierte en un villano de telenovela. Recordemos el viejo adagio: "No me odies por ser guapo". No podemos, ni debemos, demonizar la belleza, ni confundir el atractivo físico con la falta de moral. Hay hombres apuestos y perversos, sí, pero también los hay bellos por dentro y por fuera. ¿Acaso debemos crucificar a alguien por el simple hecho de poseer un don, una cualidad que atrae miradas? La supuesta campaña de desprestigio orquestada por su ex esposa, Elizabeth Gutiérrez, deja un sabor amargo. Si bien el dolor de una separación es comprensible, utilizarlo como arma arrojadiza para destruir la reputación del otro es un acto de crueldad inusitada. El periodista Jordi Martin arroja luz sobre esta turbia situación, alegando que William, lejos de ser un hombre descontrolado, se encontraba emocionalmente devastado. Y mientras Elizabeth clama estar "abierta al amor", en la sombra, según Martin, le ruega a William que regrese. Una jugada contradictoria, un doble discurso que siembra la duda y la confusión.
Es lícito querer recuperar un amor perdido, pero no lo es jugar a dos bandas, fingir una apertura emocional mientras se manipula al otro en la intimidad. Existe una línea muy fina entre exponer una situación y destruir a una persona. Elizabeth, en su afán de recuperar a William, parece haberla cruzado, dejando tras de sí un reguero de acusaciones infundadas.
Por otro lado, el desgarrador caso de Maribel Guardia nos conmueve profundamente. Una mujer trabajadora, ajena a los escándalos, se enfrenta a un dolor inimaginable: la pérdida de su hijo. Y como si la tragedia no fuera suficiente, se ve sometida a un linchamiento mediático, a una carnicería pública donde se escarba en su herida con un picahielos, despedazando su intimidad con rumores infames sobre la supuesta relación de su esposo con Imelda.
Maribel no merece este trato. Su deseo de seguir siendo parte de la vida de su nieto, al que ayudó a criar, no la convierte en una villana, sino en un ser humano que se aferra al amor en medio del dolor. No se puede apropiar de un niño, pero tampoco se puede negar el vínculo afectivo que se ha forjado a lo largo de los años.
Merece empatía, comprensión, no un circo mediático que la revictimiza y la expone al escarnio público. Basta ya de especulaciones, de rumores malintencionados, de juicios apresurados. Dejemos que Maribel guarde luto en paz, que sane sus heridas sin la presión asfixiante de la opinión pública. Recordemos que detrás de las figuras públicas, hay seres humanos que sufren, que aman, que lloran, igual que todos nosotros.
Fuente: El Heraldo de México