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12 de abril de 2025 a las 22:00

Rescatado tras 20 años de encierro

La historia de Blake Street, en Waterbury, Connecticut, ha conmocionado a la nación. Un incendio, una nube de humo y un rescate que destapó un horror inimaginable. Un hombre, de apenas 30 kilogramos, emergió de entre los escombros de una habitación de dos por tres metros, un espacio que se convirtió en su prisión durante dos largas décadas. Su cuerpo, frágil y desnutrido, emanaba un olor que los paramédicos describieron como insoportable, la marca indeleble de años sin un baño, sin la más mínima higiene.

El hombre, de 32 años, relató una historia escalofriante. Secuestrado desde los 12 por su propio padre y madrastra, pasó sus días confinado en esa minúscula habitación, con la puerta cerrada durante 23 horas. Un sándwich ocasional era su único sustento, un bocado que a menudo le rompía los dientes, carcomidos por la falta de cuidado. La ambulancia que lo trasladó al hospital representó su primer contacto con el mundo exterior en 20 años.

El incendio, según su testimonio, fue su única salida. Un acto desesperado, una apuesta por la libertad a costa de su propia vida. Prender fuego a su prisión fue la única manera que encontró para escapar de sus captores, para volver a ver la luz del sol. Un acto que ha dejado a la comunidad de Connecticut en estado de shock y ha puesto en el ojo del huracán a las autoridades.

La identidad del hombre añade otra capa de tragedia a este caso. Se trata del niño de 12 años que desapareció en 2005, cuya ausencia desató una búsqueda incansable por parte de familiares, amigos y profesores. Las llamadas a las autoridades, alertando sobre un niño hambriento que robaba comida en la escuela y rebuscaba en la basura, no fueron suficientes. Las investigaciones de entonces concluyeron que el niño gozaba de buena salud, un error garrafal que permitió que el abuso continuara impune durante dos décadas.

La policía de Waterbury y el Departamento de Niños y Familias de Connecticut se enfrentan ahora al escrutinio público. La última visita registrada a la vivienda de Blake Street fue el 18 de abril de 2005, cuando el propio padre denunció el supuesto acoso a su hijo. Una ironía cruel que pone de manifiesto las fallas del sistema.

Las palabras de Steve Brownell, del Departamento de Policía de Waterbury, resuenan con fuerza: "Tenía el aspecto de un sobreviviente del Holocausto". Una imagen desgarradora que ilustra la magnitud del sufrimiento de este hombre.

Mientras tanto, la madrastra, Kimberly Sulliven, de 57 años, enfrenta cargos de secuestro, agresión, crueldad, retención ilegal e imprudencia temeraria. De ser hallada culpable, podría pasar el resto de su vida en prisión. El juicio promete ser un proceso largo y doloroso, un recordatorio de la oscuridad que puede esconderse tras las puertas cerradas y la importancia de no ignorar las señales de auxilio. La historia de Blake Street es un llamado a la vigilancia, una lección sobre la fragilidad de la infancia y la necesidad de proteger a los más vulnerables. Un caso que, sin duda, marcará un antes y un después en la historia de Connecticut.

Fuente: El Heraldo de México