
12 de abril de 2025 a las 21:30
Descubre el gigante milenario de Oaxaca
Oaxaca, tierra de magia y tradición, nos regala un tesoro natural que se yergue majestuoso como un guardián del tiempo: el Árbol del Tule. Imaginen un coloso de madera, tan ancho que ni 30 personas tomadas de la mano podrían abrazarlo, tan alto que 20 hombres y mujeres, uno sobre los hombros del otro, no alcanzarían su copa. Este gigante, un ahuehuete, ciprés mexicano o sabino, como también se le conoce, ostenta el título del árbol con el tronco más grueso del mundo, con sus imponentes 58 metros de circunferencia. Su nombre científico, Taxodium mucronatum, resuena con la solemnidad de su historia, una historia que se remonta a más de dos milenios.
Este venerable anciano, testigo silencioso del paso de los siglos, nos conecta con un pasado remoto, con las raíces mismas de nuestra cultura. Su hogar, el pueblo de Santa María del Tule, a escasos 12 kilómetros de la vibrante ciudad de Oaxaca de Juárez, se ha convertido en un santuario natural, un lugar de peregrinaje para quienes buscan contemplar la grandeza de la naturaleza. Allí, bajo la sombra protectora de sus ramas, se respira un aire de reverencia, un sentimiento de conexión con algo mucho más grande que nosotros mismos.
El Árbol del Tule no es simplemente un árbol; es un símbolo, un monumento vivo que representa la fuerza, la resistencia y la longevidad. En 1921, en el marco de las celebraciones por la independencia de México, fue declarado Árbol Nacional, un título que honra su importancia cultural y su profunda conexión con la identidad mexicana. Su nombre, ahuehuete, proveniente del náhuatl, significa "viejo del agua", un apelativo que evoca su predilección por los suelos húmedos y su capacidad para prosperar cerca de ríos y manantiales.
Imaginen las historias que este árbol podría contar si pudiera hablar. Ha visto el transcurrir de generaciones, el florecimiento y decadencia de civilizaciones, los cambios en el paisaje y las transformaciones de la sociedad. Su existencia milenaria nos recuerda la importancia de la preservación de nuestro patrimonio natural, la necesidad de proteger estos tesoros que nos conectan con nuestras raíces y nos inspiran a cuidar el planeta.
La Comisión Nacional Forestal, consciente de la importancia de este monumento natural, ha implementado un sistema de riego especial para asegurar su supervivencia. Ingenieros forestales trabajan incansablemente para protegerlo de las inclemencias del tiempo y las amenazas del entorno, garantizando que las futuras generaciones puedan seguir maravillándose ante su grandeza.
Cuenta la leyenda que el Árbol del Tule fue plantado por un sacerdote del Dios del Viento, Ehécatl, dotándolo de una aura mística que perdura hasta nuestros días. Observar sus nudos y protuberancias en el tronco es como leer un libro abierto, un texto escrito por el tiempo y la naturaleza, donde cada surco, cada grieta, narra una historia, un secreto susurrado al viento.
Visitar el Árbol del Tule es una experiencia que trasciende lo turístico; es un encuentro con la historia, con la naturaleza en su máxima expresión, una oportunidad para reflexionar sobre nuestra propia existencia y nuestro lugar en el universo. Es un recordatorio de la fuerza vital que nos rodea y de la importancia de preservar las maravillas que la Tierra nos ofrece.
Fuente: El Heraldo de México