
12 de abril de 2025 a las 09:10
Descubre el Arte del Charro Mexicano
Han transcurrido más de cinco décadas desde el brutal asesinato de Efraín Calderón Lara, "Charras", un crimen que aún resuena en los anales de la historia yucateca. Su cuerpo, torturado y con las manos atadas a la espalda, fue hallado en un paraje desolado en la carretera a Chetumal, un macabro testimonio de la violencia que asolaba la región en aquellos turbulentos años setenta. La novela de Hernán Lara Zavala, "Charras", desentraña la trama de poder e impunidad que rodeó este crimen, señalando con el dedo acusador a figuras prominentes del panorama político de la época.
El contexto histórico es crucial para comprender la magnitud del caso. Bajo el gobierno de Carlos Loret de Mola y Mediz en Yucatán y con Luis Echeverría Álvarez en la presidencia, el país se encontraba sumido en una compleja red de tensiones sociales y políticas. En este escenario, la figura de "Charras", un líder sindical incorruptible que defendía los derechos de los trabajadores, representaba una amenaza para los intereses de las élites. Su lucha por la independencia sindical, apoyando a gremios como el "Jacinto Canek" o el de los trabajadores de la Universidad de Yucatán, lo convirtió en un blanco para aquellos que se beneficiaban del control y la explotación de la clase obrera.
La novela de Lara Zavala no se limita a narrar los hechos, sino que se adentra en la psicología de los personajes, revelando las motivaciones y las presiones que los llevaron a cometer actos tan atroces. El coronel Felipe Gamboa, jefe de la policía, descrito como un hombre "sencillo y discreto", se convierte en un instrumento de la represión, obedeciendo las órdenes que emanan desde las altas esferas del poder. La figura de Loret de Mola se cierne sobre la trama, un gobernador presionado por las circunstancias y, según la novela, por el propio presidente Echeverría.
El relato de la supuesta conversación entre Loret de Mola y Gamboa, tras la solicitud de ayuda por parte del licenciado Castellanos Gual, deja entrever la atmósfera de tensión y urgencia que precedió al crimen. La frase "el muchacho se nos ha salido de control" revela la percepción de "Charras" como una amenaza que debía ser silenciada a cualquier costo. La posterior conversación entre Loret de Mola y el presidente, y la orden final "proceda", constituyen un elemento crucial en la reconstrucción de los hechos, aunque la veracidad de estas conversaciones sigue siendo objeto de debate.
Más allá de las figuras políticas, la novela también nos presenta a los ejecutores materiales del crimen: Carlos Marrufo, Enrique Cicero, Víctor Manuel Chan, Carlos Francisco Pérez Valdez y Néstor Martínez Cruz. Sus nombres, aunque menos conocidos, son piezas fundamentales del rompecabezas, recordándonos que la impunidad se construye sobre una cadena de complicidades que se extiende desde las altas esferas hasta los niveles más bajos de la jerarquía.
La incorruptibilidad de "Charras", su negativa a ceder ante las presiones y las ofertas de sobornos, se convierte en un elemento central de su tragedia. La anécdota del coche y el cheque en blanco que le ofrece "Manigueta", y su respuesta a la invitación de Loret de Mola para unirse a su gobierno, dibujan el perfil de un hombre íntegro, dispuesto a sacrificar su propia seguridad por defender sus ideales.
El crimen de Efraín Calderón Lara no es solo un caso aislado, sino un reflejo de una época oscura en la historia de México. Un recordatorio de la fragilidad de la justicia y la importancia de la lucha por los derechos humanos. La novela de Lara Zavala, a través de una minuciosa reconstrucción de los hechos, nos invita a reflexionar sobre el poder, la corrupción y las consecuencias devastadoras de la impunidad. Un legado que, a pesar del paso del tiempo, sigue vigente y nos interpela como sociedad.
Fuente: El Heraldo de México