La tragedia en Myanmar continúa dejando una profunda huella en la vecina Tailandia. Las labores de rescate, una lucha contra reloj y contra la montaña de escombros, han logrado recuperar 32 cuerpos sin vida de la torre colapsada en Bangkok. La noticia, confirmada por el gobierno tailandés a través de una publicación en Facebook, ilustra la magnitud del desastre y la incansable labor de los equipos de rescate. En la última jornada, dos cuerpos más fueron recuperados, sumando un total de 32 víctimas fatales, mientras la angustiante búsqueda de 62 personas, presuntamente atrapadas bajo los restos del edificio de 30 pisos, prosigue sin descanso.

La esperanza, un tenue destello en medio de la devastación, se reavivó el pasado 11 de abril. Gracias a la invaluable labor de la Fundación Phetkasem, se detectaron señales luminosas entre los escombros, abriendo una ventana a la posibilidad de encontrar supervivientes. La hipótesis inicial apuntaba a un teléfono móvil que respondía a las señales de los rescatistas, encendiéndose y apagándose intermitentemente. Para confirmar el origen de la señal y guiados por una pequeña luz de esperanza, los equipos desplegaron una cámara, adentrándose en las ruinas del edificio, con la expectativa de encontrar vida entre los escombros.

La imagen del edificio en construcción, ubicado cerca del bullicioso mercado de Chatuchak, reducido a una montaña de escombros, es un crudo recordatorio de la fuerza implacable de la naturaleza. En el momento del sismo, alrededor de 300 trabajadores se encontraban en el interior de la estructura. La gran mayoría quedó atrapada en el derrumbe, enfrentando una lucha desesperada por la supervivencia.

Este escenario, lamentablemente, evoca la dolorosa experiencia de México, un país familiarizado con la devastación sísmica. El terremoto de magnitud 7.7 que sacudió Myanmar, impactando también las provincias del sur de China, el este de India y Tailandia, ha dejado una estela de destrucción y miles de víctimas. La solidaridad internacional se extiende hacia los afectados, mientras las oraciones y la ayuda humanitaria se dirigen a las zonas devastadas.

El último balance proporcionado por la junta militar de Myanmar, cifra en al menos 3,600 las muertes y en 5,000 los heridos de gravedad. Más allá de las cifras, la tragedia humana se extiende a miles de personas que lo han perdido todo. Muchos aún duermen en las calles, despojados de sus hogares y atormentados por el miedo a regresar a los escombros, un recordatorio constante de la fragilidad de la vida ante la fuerza de la naturaleza. La reconstrucción, un camino largo y arduo, requerirá un esfuerzo conjunto y la solidaridad del mundo entero.