
11 de abril de 2025 a las 09:20
Prosperidad Compartida: Alcanza tu bienestar.
La visión de la Presidenta Sheinbaum, al proponer una Cumbre por el bienestar económico de América Latina y el Caribe, resuena con la profunda interconexión entre política y vida cotidiana que Karl Deutsch tan acertadamente describió. No se trata de meros discursos, sino de comprender que la dignidad de los más vulnerables, la educación de las nuevas generaciones y la esperanza de las minorías, todo ello se teje en el telar de las decisiones políticas. La propuesta de la Presidenta no es una idea aislada, sino la concreción de un proyecto de transformación que busca trascender las fronteras nacionales y construir una región más justa e igualitaria.
La integración económica que se plantea no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la prosperidad compartida. Y este concepto, "prosperidad compartida", va más allá de un simple reparto de riquezas. Implica un cambio de paradigma, una ruptura con el modelo neoliberal que profundizó las desigualdades y concentró el poder en pocas manos. Se trata de construir un nuevo pacto social donde el desarrollo económico esté al servicio del bienestar colectivo, donde el crecimiento no se mida únicamente en términos de PIB, sino también en términos de justicia social, acceso a oportunidades y reducción de la brecha entre ricos y pobres.
La referencia al humanismo mexicano como ideología subyacente a este proyecto es clave. No se trata de una mera etiqueta, sino de una filosofía que coloca al ser humano en el centro de la acción política. Un humanismo que, como bien señala la Presidenta, se construye día a día, ampliando y reconociendo derechos que fueron arrebatados durante el periodo neoliberal. Es una visión que busca rescatar la dignidad del pueblo, desplazando el desprecio y la indiferencia que por tanto tiempo lo marginaron. Y es precisamente en este punto donde la figura de Max Weber cobra relevancia. La política como vocación, entendida como un servicio a una causa, encuentra su eco en el compromiso de la Presidenta con la transformación social. No se trata de una ambición personal, sino de una entrega a un ideal, una responsabilidad hacia la construcción de un futuro mejor para todos.
El llamado a atender las causas estructurales de la desigualdad, como el desempleo y la violencia que provocan la migración, demuestra una comprensión profunda de la realidad latinoamericana. No se trata de aplicar parches superficiales, sino de abordar las raíces del problema. La migración, muchas veces vista como un problema de seguridad nacional, se entiende aquí como un síntoma de un sistema económico y social injusto. Y la solución, por lo tanto, no está en la construcción de muros, sino en la creación de oportunidades, en la generación de empleos dignos y en la construcción de sociedades más inclusivas.
El rechazo al racismo, al clasismo y a la criminalización de las personas migrantes son elementos esenciales de esta revolución de la cultura humanista que propone la Presidenta. Se trata de construir una sociedad donde la diversidad sea valorada, donde la dignidad humana sea respetada y donde la solidaridad se imponga sobre la discriminación. Este llamado a la unidad, a la esperanza frente a la adversidad, resuena con las palabras de Víctor Hugo: la fuerza no falta, lo que a veces escasea es la voluntad política para transformar la realidad. Y esa voluntad, esa pasión al servicio de una causa, es precisamente lo que la Presidenta Sheinbaum parece encarnar.
La Cumbre por el bienestar económico de América Latina y el Caribe no es solo un evento diplomático, sino una apuesta por un futuro diferente. Un futuro donde la integración regional no sea un mero acuerdo comercial, sino un proyecto político basado en la solidaridad, la justicia social y la prosperidad compartida. Un futuro donde, como bien dice la Presidenta, el bien de todos, y en particular de los más pobres, sea la prioridad.
Fuente: El Heraldo de México