
11 de abril de 2025 a las 09:15
No Silencies a Tus Mensajeros
La narcocultura en México: un síntoma, no la enfermedad.
Desde hace décadas, el narcotráfico ha permeado la vida cotidiana en México, tejiendo una compleja red que difumina la línea entre realidad y ficción. La era del Cártel de Guadalajara, con figuras como Caro Quintero, sentó un precedente, y el asesinato del agente Kiki Camarena no solo cimbró las relaciones internacionales, sino que también sembró la semilla de una narrativa que ha florecido en la música, el cine y la cultura popular.
El problema radica en que el narcotráfico ha trascendido las sombras, convirtiéndose en un espectáculo que glorifica códigos, estilos de vida y, sobre todo, a sus protagonistas. El reciente concierto de Los Alegres del Barranco, con imágenes proyectadas del Chapo Guzmán y el Mencho, encendió la polémica sobre la delgada línea entre la libertad de expresión y la apología del delito. ¿Es una simple manifestación artística o una peligrosa idealización de criminales?
La discusión es válida, pero debemos ir más allá. El verdadero peligro no reside únicamente en cantar corridos o mostrar imágenes de capos, sino en la tentación de criminalizar un fenómeno que no nace del arte, sino de un profundo problema social. Silenciar las expresiones culturales, por más controversiales que sean, equivale a matar al mensajero en lugar de confrontar el sistema que permite que ese mensaje tenga resonancia.
En un país con un estado de derecho frágil como el nuestro, tipificar la narcocultura como delito sería un grave error, abriendo la puerta a la censura en el arte, el periodismo e incluso la literatura. ¿Prohibiríamos entonces obras como "La Reina del Sur" o series como "Narcos"? El terreno es resbaladizo. La libertad de expresión no puede estar sujeta a los caprichos del poder, aunque, en mi opinión, sí debe tener límites.
Sin embargo, esto no nos exime de abordar otro problema aún más grave: la penetración de la narcocultura como modelo aspiracional. Muchos niños y jóvenes ven en el narcotráfico una vía de escape a la pobreza y la falta de oportunidades, idealizando la figura del sicario o del "patrón". Si el éxito se asocia al dinero fácil, la impunidad y la fama, ¿cómo podemos esperar que elijan un camino diferente?
La crítica no puede limitarse a los artistas. Debemos señalar el daño que el crimen organizado ha infligido al tejido social, a menudo ante la incapacidad del Estado para atender las necesidades de comunidades enteras. La narcocultura no nació en los escenarios ni en las pantallas. Es un espejo que refleja las profundas fallas del sistema.
El verdadero desafío no es silenciarla, sino desmantelar las estructuras que la alimentan. No podemos simplemente taparnos los oídos. Tenemos que escuchar, comprender y, sobre todo, transformar. Debemos invertir en educación, generar oportunidades de empleo y fortalecer el estado de derecho. Solo así podremos aspirar a un futuro donde la narcocultura sea un recuerdo del pasado, y no una promesa ilusoria para las nuevas generaciones. Es un camino largo y complejo, pero es el único que nos permitirá construir un México más justo y seguro para todos.
Fuente: El Heraldo de México