
11 de abril de 2025 a las 13:30
Niñas desaparecidas de Neza, halladas en Pantitlán
La angustia se apoderó de dos familias del municipio de Nezahualcóyotl durante la tarde y noche del miércoles. Dos adolescentes, de 12 y 14 años, desaparecieron tras la salida de su escuela secundaria. La incertidumbre creció con cada minuto que pasaba, alimentando el temor y la desesperación. La rutina escolar, ese ir y venir cotidiano, se transformó en una pesadilla. ¿Dónde estaban? ¿Qué les había ocurrido? Las preguntas martillaban en la mente de padres, hermanos, abuelos, amigos… Una red de angustia tejida con la ausencia.
La búsqueda comenzó de inmediato. Familiares, compañeros de clase y profesores se movilizaron, recorriendo los alrededores de la escuela, preguntando, buscando cualquier indicio que pudiera arrojar luz sobre el paradero de las jóvenes. Cada rostro desconocido se convertía en una posibilidad, cada esquina en una esperanza que se desvanecía rápidamente. El tiempo, normalmente un aliado silencioso, se transformó en un enemigo implacable. Cada tic-tac del reloj aumentaba la presión, la sensación de impotencia.
La denuncia se presentó ante las autoridades. Las primeras 48 horas son cruciales en casos de desaparición, un mantra repetido una y otra vez por las autoridades y los medios de comunicación. La espera se hizo eterna, una mezcla de angustia y esperanza. Las horas se convirtieron en un torbellino de llamadas telefónicas, mensajes y recorridos infructuosos.
En medio de la oscuridad, una luz. En la madrugada del jueves, en el laberíntico Centro de Transferencia Modal (CETRAM) de Pantitlán, un punto neurálgico en el límite entre Nezahualcóyotl y la Ciudad de México, dos policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) observaron a dos adolescentes con uniforme escolar. Su nerviosismo, su evidente desorientación, despertó la sospecha de los oficiales.
Un interrogatorio breve, prudente, reveló la identidad de las jóvenes. Coincidían con las descripciones de las menores desaparecidas. La noticia corrió como la pólvora. La angustia dio paso al alivio, la desesperación a la alegría. El reencuentro, al filo de las 7 de la mañana, fue un bálsamo para las familias. Quince horas de incertidumbre culminaron en un abrazo, en lágrimas de alivio, en la certeza de que las pesadillas pueden terminar.
Este caso nos recuerda la importancia de la solidaridad y la pronta actuación ante la desaparición de un ser querido. La colaboración entre familiares, autoridades y la sociedad en general es fundamental para aumentar las posibilidades de un final feliz. Asimismo, destaca la labor de los cuerpos de seguridad, siempre vigilantes, atentos a cualquier detalle que pueda marcar la diferencia entre la angustia y el alivio. Finalmente, nos invita a reflexionar sobre la vulnerabilidad de nuestros jóvenes y la necesidad de fortalecer las medidas de seguridad para protegerlos.
Fuente: El Heraldo de México