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11 de abril de 2025 a las 09:15
Jalisco: ¿Pagará la deuda del negocio ajeno?
La sombra de la Villa Panamericana se alarga, proyectando una densa nube de incertidumbre sobre el futuro de los trabajadores al servicio del Estado de Jalisco. Quince años después de su construcción, este desarrollo inmobiliario, concebido como un símbolo de progreso, se ha convertido en un monumento a la opacidad, la mala gestión y la posible corrupción. El eco de las promesas incumplidas resuena en los pasillos del Instituto de Pensiones del Estado (Ipejal), mientras los recursos destinados a asegurar el bienestar de los trabajadores se desvanecen en un laberinto de litigios y acuerdos fallidos.
La historia de la Villa Panamericana es un relato de decisiones cuestionables, desde su ubicación en una zona ambientalmente vulnerable, lindando con el preciado bosque La Primavera, hasta el entramado financiero que la rodea, tejido con hilos de opacidad y sospechas. La inversión inicial de mil 271 millones de pesos, lejos de generar los beneficios esperados, se convirtió en el detonante de una batalla legal que se prolongó por más de una década. La venta del complejo a Green Life Capital en 2021 por mil 500 millones de pesos prometía un respiro, una oportunidad para recuperar lo perdido y sanear las finanzas del Ipejal. Sin embargo, esta promesa se ha convertido en una nueva fuente de frustración.
A casi cuatro años de la supuesta venta, la mayor parte del dinero sigue sin aparecer. Los pagos parciales, que apenas alcanzan el 10% del monto acordado, son una burla para los trabajadores que ven cómo su futuro se tambalea. El incumplimiento de Green Life Capital, su incapacidad para vender los departamentos y cumplir con los pagos, ha desencadenado una cascada de consecuencias negativas. El "modelo resort", presentado como una solución innovadora, no ha sido más que un parche que no ha logrado contener la hemorragia financiera.
La devolución de 275 departamentos, con un valor estimado de mil 272 millones de pesos, lejos de ser una solución, se percibe como una maniobra desesperada para maquillar un fracaso monumental. El dinero, que debería estar engrosando las arcas del Ipejal, sigue sin materializarse, mientras el Instituto se acerca peligrosamente al precipicio de la inviabilidad financiera, proyectada para el año 2036.
La trama se complica aún más al analizar la distribución de los derechos accionarios. El Ipejal e Ijalvi, que inicialmente poseían el 75%, terminaron con apenas el 33% de los departamentos. ¿Cómo es posible que las empresas, con una participación inicial del 25%, hayan logrado apropiarse de más del 66% de los bienes inmuebles, incluyendo estacionamientos, locales comerciales y otras áreas de valor? Este desequilibrio flagrante plantea serias interrogantes sobre la transparencia y la legalidad de los acuerdos alcanzados. La participación de Green Life Capital, en particular, despierta suspicacias. Su estrategia de quedarse con dos edificios completos, vender departamentos sin entregar el dinero correspondiente y prometer el pago de una futura "plusvalía" parece un intento por legitimar una operación irregular.
Mientras tanto, los trabajadores, quienes con puntualidad aportan al fondo de pensiones, observan con impotencia cómo se desmorona su seguridad financiera. Pensiones estancadas, desabasto de medicamentos y una reforma a la Ley de Pensiones declarada inconstitucional por la Suprema Corte son solo algunos de los síntomas de una crisis profunda. La existencia de "pensionados dorados", con ingresos exorbitantes, añade un elemento de injusticia a este panorama desolador. Se exige a los trabajadores que aporten más, incluso hasta la mitad de su salario, mientras el Ipejal parece estar al servicio de intereses privados.
La pregunta que resuena con fuerza es: ¿dónde está el dinero? ¿Dónde están los mil 500 millones de la Villa Panamericana? ¿Dónde están los responsables de esta debacle financiera? La falta de transparencia, la posible complicidad de las autoridades pasadas y la ausencia de consecuencias para los perpetradores de este desfalco en cámara lenta, generan un profundo sentimiento de indignación y desconfianza. Es urgente exigir rendición de cuentas y asegurar que los responsables sean llevados ante la justicia. El futuro de miles de trabajadores depende de ello.
Fuente: El Heraldo de México