La violencia machista vuelve a teñir de rojo las calles de Jalisco. Una escena que hiela la sangre, captada por la fría mirada de las cámaras de seguridad, muestra el instante en que una mujer de 24 años se ve obligada a lanzarse de un automóvil en movimiento para escapar de la furia de su esposo. El escenario: la avenida Juan Gil Preciado y la calle Plata, en la colonia San José del Bajío. La discusión, que comenzó al interior del vehículo, escaló a niveles inimaginables, culminando con el agresor disparando a su pareja en el cuello y el brazo. Imaginen la desesperación, el terror que la impulsó a arrojarse al asfalto, impactando contra la acera con la única esperanza de sobrevivir. Y todo esto, frente a la mirada inocente de su hijo de tan solo 2 años.

Este acto de barbarie no es un caso aislado. Forma parte de una dolorosa y alarmante estadística que refleja la persistente violencia contra las mujeres en nuestro estado. Una realidad que nos golpea, que nos indigna y que nos exige actuar. La víctima, con una valentía admirable, logró escapar a pie, buscando refugio mientras su agresor, ajeno al dolor y al daño causado, continuaba su huida. Un testigo, con un coraje encomiable, intentó detener al agresor, pero sus esfuerzos fueron en vano. Afortunadamente, elementos de la Comisaría de Seguridad Pública de Zapopan brindaron atención y asesoría a la víctima, iniciando la persecución que finalmente culminó con la detención del agresor.

La indignación crece al conocerse que el responsable de este atroz acto es un ex policía municipal de Guadalajara, alguien que juró proteger a la ciudadanía, y que ahora enfrenta cargos por feminicidio en grado de tentativa. La ironía es cruel, la traición a su juramento, imperdonable. ¿Cómo podemos confiar en quienes se supone deben velar por nuestra seguridad cuando la violencia se gesta dentro de sus propias filas?

Colectivos feministas, con la voz firme y la determinación que las caracteriza, exigen justicia. No podemos permitir que este caso quede impune. Exigen una respuesta contundente por parte de las autoridades de Jalisco, una respuesta que no solo castigue al culpable, sino que también implemente medidas efectivas para prevenir futuros actos de violencia.

La sociedad jalisciense clama por justicia. No podemos normalizar la violencia. No podemos seguir permitiendo que las mujeres vivan con miedo. Es hora de alzar la voz, de exigir un cambio real, de construir una sociedad donde las mujeres puedan vivir libres y seguras. La vida de esta joven madre, y la de tantas otras mujeres, depende de ello. Este caso no puede ser solo una noticia más. Debe ser un llamado a la acción, un recordatorio de la urgente necesidad de erradicar la violencia de género de nuestra sociedad. No podemos ser indiferentes al dolor ajeno. La lucha por la igualdad y la justicia es una responsabilidad de todos.