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11 de abril de 2025 a las 09:30

Dile adiós a los "no" de mamá

La palabra "aranceles" resuena ahora con la misma insistencia que "crisis" o "devaluación" lo hicieron en mi infancia. A mis casi sesenta años, este término se suma al vocabulario básico del buen ciudadano curtido en las vicisitudes económicas. Tras el shock inicial y la inevitable fatiga ante el desgaste del recurso, nos preguntamos, ¿qué mosca le picó al presidente estadounidense? Se especula sobre su admiración por McKinley, en cuyo honor rebautizó la montaña más alta de Norteamérica. En 1890, el Congreso aprobó un aumento de aranceles a los productos manufacturados importados de casi un 50%, pero McKinley aún no era presidente. Lo que quizá nadie le ha explicado a Trump es que esa época, conocida como la Edad Dorada, fue un periodo de expansión económica independiente de los aranceles. La mesa ya estaba puesta: avances tecnológicos, mayor acceso a la electricidad y las telecomunicaciones, expansión ferroviaria y, para horror del actual mandatario, un libre flujo de inmigrantes.

Douglas Irwin, economista de Dartmouth, afirma: “Se sumaba más capital, más mano de obra, más recursos. En 1900, la economía era muy diferente a la de 1860”. Y yo añadiría que es radicalmente distinta a la del 2025. La teoría imperante sugiere que el aumento de aranceles forzará a los bancos a bajar las tasas de interés, beneficiando la enorme deuda estadounidense. También se argumenta que la restricción del mercado traerá la tan ansiada deflación. ¿A qué le tiras cuando sueñas, norteamericano?

Para completar el panorama, conversé con un amigo intelectual latino residente en Estados Unidos. Me contó que perdió una parte importante de sus ahorros para el retiro, inevitablemente ligados a la fluctuación de la bolsa de valores. Luego, me confió: “Trump no tiene un asesor económico real. Le encargó la tarea a su yerno, Jared Kushner, quien buscó libros de economía en Amazon. Encontró uno titulado “Death by China”, de Peter Navarro, quien colaboró con Trump en su primer mandato. En el libro, Navarro cita como experto a un tal Ron Vara. ¡Ese personaje no existe! Son las letras de su propio apellido. ¡Es ficticio!”. Tan ficticio como los aranceles que, dentro de tres meses, pretende imponer a unas islas australianas habitadas solo por focas y pingüinos, con un impuesto del 10%. Una situación que raya en lo absurdo y que nos deja con más preguntas que respuestas. ¿Será esta una estrategia económica real o un capricho más del impredecible mandatario? El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra. Mientras tanto, nos queda observar con atención el desarrollo de esta peculiar "guerra comercial" y sus consecuencias para la economía global. La incertidumbre reina, y la palabra "aranceles" se convierte en un eco constante en los análisis y debates sobre el futuro económico.

Fuente: El Heraldo de México