
11 de abril de 2025 a las 09:25
Adiós al ídolo americanista
La noticia del fallecimiento de Leo Beenhakker ha resonado con fuerza en el mundo del fútbol, y especialmente en el corazón de la afición americanista. Más allá de los títulos, el legado de Beenhakker se teje con hilos de una filosofía futbolística audaz, un carisma innegable y una visión que supo identificar y potenciar el talento, incluso en los más jóvenes. Su paso por el América, aunque sin trofeos, dejó una huella imborrable, marcada por un fútbol ofensivo, vertiginoso y espectacular, un estilo que aún hoy se recuerda con nostalgia.
El episodio de su abrupta salida del club en 1995, con el anuncio en vivo de Jacobo Zabludovsky mientras el equipo jugaba, se ha convertido en una anécdota casi legendaria. Un reflejo, quizás, de la personalidad indomable del holandés, que priorizaba el trabajo en el campo sobre las reuniones directivas y las presiones externas. Su enfrentamiento con Emilio Diez Barroso, otro personaje icónico del americanismo, ilustra la tensión entre la visión deportiva de Beenhakker y las exigencias de la dirigencia. Una tensión que, paradójicamente, contribuyó a construir la mística del entrenador.
A pesar de no haber alzado ningún título con las Águilas en su primera etapa, Beenhakker sembró las semillas de un equipo memorable. Jugadores como Biyik, Kalusha, Zague, Cuauhtémoc Blanco, bajo su dirección, brillaron con una intensidad pocas veces vista. El Azteca se convertía en un escenario de goles y fútbol champagne cada viernes, un espectáculo que cautivaba a la afición.
Es inevitable comparar la era Beenhakker con los recientes éxitos del América bajo la dirección de André Jardine. Si bien los títulos avalan la gestión del brasileño, la propuesta futbolística de Beenhakker, basada en el ataque constante y la creatividad, conserva un lugar especial en la memoria colectiva. No se trata de menospreciar los logros actuales, sino de reconocer la singularidad de un estilo que marcó una época.
El debut de Guillermo Ochoa, con tan solo 18 años, bajo la tutela de Beenhakker, es otro ejemplo de su capacidad para detectar el talento en bruto. Una decisión audaz que, con el tiempo, se revelaría como un acierto indiscutible. Ochoa, hoy un referente del americanismo y del fútbol mexicano, es un testimonio vivo del legado del entrenador holandés.
La muerte de Leo Beenhakker, a los 82 años, deja un vacío en el mundo del fútbol. Un vacío que, sin embargo, se llena con el recuerdo de su pasión, su visión y su inconfundible estilo. Un estilo que trascendió los resultados y se convirtió en una forma de entender y vivir el fútbol. Un estilo que, en el caso del América, se transformó en leyenda. Descanse en paz, Leo Beenhakker, el entrenador que hizo soñar a una generación de americanistas.
Fuente: El Heraldo de México