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10 de abril de 2025 a las 04:05

Protege tu salud: ¡Únete a la lucha contra corrosivos!

La alarma se ha encendido en Jalisco. Dieciséis menores, sí, dieciséis niños, han sido hospitalizados tras ingerir sustancias corrosivas. Imaginen el dolor, la angustia de estos pequeños y sus familias. La Secretaría de Salud Jalisco, ante esta emergencia, no se queda de brazos cruzados. Se busca una alianza estratégica con los municipios para reforzar la vigilancia en los comercios que venden estos productos, como la sosa cáustica, un elemento común en muchos hogares, pero un peligro latente para los más pequeños.

El doctor Héctor Raúl Pérez Gómez, titular de la Secretaría, ha pintado un panorama desolador. Las consecuencias de la ingesta accidental o, incluso, voluntaria de estos químicos, son devastadoras. Quemaduras en el sistema respiratorio y gastrointestinal, lesiones que pueden marcar de por vida, e incluso, en los casos más trágicos, la muerte. El Hospital Civil de Guadalajara, centro de referencia en la atención de estas quemaduras esofágicas, es testigo silencioso de esta catástrofe para la salud infantil.

La vigilancia en los puntos de venta es crucial, pero no suficiente. El llamado a la responsabilidad se extiende a cada hogar, a cada padre, a cada madre, a cada cuidador. ¿Tenemos realmente controlados estos productos en casa? ¿Están fuera del alcance de nuestros hijos? Un descuido, un instante de distracción, puede tener consecuencias fatales. La prevención, la educación y la supervisión constante son nuestras mejores armas.

Pero, ¿qué son exactamente estas sustancias corrosivas? Hablemos claro. Son agentes químicos capaces de causar daño severo, tanto a materiales orgánicos como inorgánicos. Imaginen su poder destructivo: destruyen tejidos vivos, corroen metales, plásticos… Los encontramos en diferentes presentaciones: líquidos, sólidos, gases. Su peligrosidad varía según la concentración, el tipo de sustancia y el tiempo de exposición. No todos los corrosivos son iguales, pero todos representan un riesgo.

Dentro de este universo de sustancias peligrosas, destacan dos grandes grupos: los ácidos, como el ácido clorhídrico o el ácido sulfúrico, presentes en muchos productos de limpieza, y las bases, como la sosa cáustica, igualmente común en nuestros hogares. Ambos tipos de corrosivos son altamente peligrosos, incluso en bajas concentraciones.

El contacto con estas sustancias puede desencadenar una serie de reacciones alarmantes: quemaduras químicas, ampollas, enrojecimiento de la piel, daño ocular que puede llegar a la ceguera. Si los vapores son inhalados, la irritación en las vías respiratorias, la tos, la dificultad para respirar y la inflamación pulmonar son solo algunos de los posibles efectos. Y si, por desgracia, ocurre una ingestión accidental, las lesiones internas pueden ser gravísimas, llegando incluso a perforaciones en el esófago o el estómago.

Los corrosivos se esconden en productos de uso cotidiano: desinfectantes industriales, limpiadores de cañerías, productos de laboratorio, baterías… Están presentes en nuestras vidas y, por lo tanto, debemos aprender a convivir con ellos de manera segura. El uso de equipo de protección personal, como guantes, gafas de seguridad y mascarillas, es indispensable al manipular estas sustancias. Almacenarlos correctamente, en envases bien etiquetados y resistentes, es otra medida fundamental.

La seguridad de nuestros hijos es una responsabilidad compartida. Autoridades, familias, comunidad, todos debemos unir fuerzas para prevenir accidentes y proteger la salud de los más vulnerables. Informémonos, actuemos con precaución y construyamos un entorno seguro para nuestros niños. No permitamos que la curiosidad infantil se transforme en tragedia.

Fuente: El Heraldo de México