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10 de abril de 2025 a las 22:10

El silencio que habla

En el corazón de Turquía, a cientos de kilómetros del bullicio de Estambul, se encuentra Gokova, un pueblo envuelto en un silencio inusual. No es el silencio de la tranquilidad rural, sino un silencio impuesto por una realidad desconcertante: la mitad de sus 120 habitantes vive en un mundo sin sonidos, sin la melodía de las voces. No pueden oír el canto de los pájaros al amanecer, ni el murmullo del viento entre las hojas, ni siquiera el sonido de sus propias voces. Este silencio se transmite de generación en generación, afectando a bebés que nacen en un mundo ya silenciado.

La comunicación en Gokova fluye a través de las manos, en un ballet de señas que une a la comunidad. El alcalde, Eyup Tozn, describe una convivencia basada en este lenguaje silencioso, una forma de entendimiento intrínseca a su identidad. Sin embargo, esta misma identidad se convierte en una barrera para el mundo exterior, que llega a Gokova sin la llave para descifrar sus silencios. La preocupación del alcalde es palpable: cada vez quedan menos habitantes sin esta discapacidad, menos puentes hacia el mundo sonoro.

Sati Tozun, habitante de Gokova, comparte su historia familiar, una historia marcada por el silencio. Cuatro de sus hijos viven con esta doble discapacidad, y la cadena continúa con sus nietos, también sordos y mudos. El testimonio de Sati refleja la realidad de muchas familias en el pueblo, un eco silencioso que resuena en cada rincón. "Este pueblo está completamente deshabilitado", afirma con resignación, una frase que encierra la magnitud de la situación.

Las teorías sobre el origen de esta peculiaridad son diversas y se entretejen con la incertidumbre. Algunos apuntan a la endogamia, a los matrimonios entre familiares, como la raíz del problema. Otros, con la mirada puesta en el entorno, sospechan de un enemigo invisible: el agua. Se habla de contaminación por hierro y arsénico, de residuos industriales que se filtran en la vida del pueblo, envenenando sus aguas y silenciando sus voces. Esta teoría, de ser cierta, convertiría a Gokova en un sombrío presagio, una advertencia sobre las consecuencias de la degradación ambiental.

El alcalde Tozn se inclina hacia la hipótesis del agua contaminada. "Creo que no se debe a los matrimonios mixtos, sino a las fuentes de agua no saludables", afirma con convicción. Sus palabras resuenan con la preocupación por el futuro de su pueblo, un futuro que se vislumbra silencioso.

Los primeros casos registrados datan de 2012, un punto de inflexión en la historia de Gokova. Las autoridades comenzaron a observar patrones inusuales en la convivencia familiar, hermanos y hermanas compartiendo espacio con tíos y tías, una dinámica que podría haber contribuido a la propagación de la discapacidad. Sea cual sea la causa, la realidad de Gokova es un llamado a la investigación, a la búsqueda de respuestas que rompan el silencio y devuelvan la melodía a este pueblo aislado. Es una historia que nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la salud, la importancia de la comunicación y el impacto del entorno en nuestras vidas. ¿Será Gokova un caso aislado o un reflejo de un problema mayor? El tiempo y la ciencia tendrán la última palabra.

Fuente: El Heraldo de México