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10 de abril de 2025 a las 20:30

El oscuro secreto de Moncho

La máscara de la alegría escondía un rostro siniestro. Ramón Estigarribia, el hombre detrás del colorido maquillaje del payaso "Moncho", ha sido condenado a 13 años de prisión por abuso sexual infantil. Un veredicto que, si bien trae un atisbo de justicia, deja un sabor amargo en la comunidad de Quilmes, Argentina, donde Estigarribia se había labrado una reputación de filántropo y artista comprometido.

Durante años, "Moncho" fue sinónimo de diversión y solidaridad. Sus eventos gratuitos, anunciados con bombos y platillos en redes sociales, prometían espectáculos de clown y la presencia de figuras famosas, atrayendo a multitudes, especialmente familias con niños. Se presentaba como un benefactor de las comunidades vulnerables, un artista que regalaba su talento para alegrar a los más necesitados. Una imagen cuidadosamente construida que le permitió ganarse la confianza de la comunidad y, lamentablemente, el acceso a sus víctimas.

La promesa de estrellas invitadas, que nunca llegaban a materializarse, era solo una parte de la elaborada fachada de Estigarribia. Tras la risa y el color se ocultaba una depredador que se aprovechaba de la inocencia de los niños, tejiendo una red de abusos que se prolongó durante años. El caso salió a la luz gracias a la valentía de D.R., un joven de 18 años que, con el apoyo de una vecina, rompió el silencio y denunció los abusos que sufrió desde los 6 años. Un testimonio desgarrador que reveló la verdadera naturaleza del "paya Moncho".

"No podía dejar que este cínico siguiera cerca de niños vulnerables", declaró D.R. durante el juicio, palabras que resuenan con la indignación y el dolor de una comunidad traicionada. La fiscalía, que pedía 20 años de prisión para Estigarribia, demostró que el payaso abusó de al menos tres niños, aunque se teme que el número de víctimas sea mayor. Las autoridades instan a cualquier persona que tenga información relevante a que se presente y ayude a esclarecer la magnitud de estos crímenes.

El caso de Ramón Estigarribia es un recordatorio escalofriante de que el mal puede esconderse tras las máscaras más amigables. Nos obliga a estar alerta, a cuestionar las apariencias y a proteger a los más vulnerables. La condena de Estigarribia es un paso importante, pero la lucha por la justicia y la reparación para las víctimas continúa. La comunidad de Quilmes, conmocionada y dolida, se enfrenta ahora al difícil proceso de reconstruir la confianza y sanar las heridas dejadas por este oscuro episodio. Queda la esperanza de que este caso sirva como ejemplo para prevenir futuros abusos y para que las víctimas se sientan empoderadas para alzar la voz y romper el silencio.

Fuente: El Heraldo de México