
10 de abril de 2025 a las 07:35
Dile adiós al cabello débil: ¡Trump aumenta la presión!
La saga del cabello presidencial continúa. Donald Trump, en una nueva demostración de su particular estilo de gobierno, ha firmado una orden ejecutiva que revoca las restricciones sobre el caudal de agua en los cabezales de ducha. Una medida que, según el ex-mandatario, no solo le permitirá disfrutar de duchas más placenteras y cuidar su “hermoso cabello”, sino que también devolverá la grandeza a los baños estadounidenses. La narrativa, cargada de su característico tono sarcástico, nos presenta una imagen casi cómica: un presidente frustrado por tener que esperar 15 minutos bajo la ducha para que su cabello se moje por completo.
Esta no es la primera vez que Trump se enfrenta a las regulaciones ambientales. Durante su mandato, expresó en repetidas ocasiones su descontento con las normas que limitan el consumo de agua en electrodomésticos como lavavajillas, inodoros y, por supuesto, duchas. Su argumento, en esencia, se centra en la idea de que estas restricciones son innecesariamente complicadas y afectan la experiencia del usuario, priorizando la eficiencia energética por encima de la comodidad. Una postura que contrasta con la de organizaciones como el Appliance Standards Awareness Project (ASAP), que defienden la importancia de estas regulaciones para reducir el consumo de energía y agua, contribuyendo así a la protección del medio ambiente y al ahorro en las facturas de los consumidores.
La orden ejecutiva, que entrará en vigor 30 días después de su publicación, exige al secretario de Energía, Chris Wright, rescindir la norma federal implementada durante los gobiernos de Obama y Biden, la cual limitaba el caudal de agua a nueve litros por minuto. Una medida que, según Andre deLaski, director ejecutivo de ASAP, no solo es innecesaria, ya que la mayoría de los cabezales de ducha en el mercado ya cumplían con la normativa, sino que también representa un intento de eludir la ley de eficiencia energética de 1992. DeLaski recuerda, además, que una iniciativa similar impulsada por Trump durante su primer mandato no logró los cambios significativos que el ex-presidente buscaba, ya que los fabricantes no se adaptaron a sus demandas.
Más allá de la anécdota del cabello presidencial, la decisión de Trump reabre el debate sobre el equilibrio entre la comodidad del consumidor y la sostenibilidad ambiental. ¿Es necesario sacrificar la eficiencia energética en aras de una ducha más potente? ¿O es posible encontrar un punto medio que satisfaga ambas necesidades? La controversia está servida, y la respuesta, como tantas otras cosas en la política, probablemente dependerá del prisma ideológico con el que se observe la cuestión. Mientras tanto, la imagen de un Donald Trump luchando contra la baja presión de su ducha se convierte en un nuevo capítulo de su peculiar legado político. Un legado que, como el caudal de agua en sus duchas preferidas, parece destinado a seguir fluyendo, generando olas de opinión y alimentando el debate público. ¿Será esta la última batalla en la guerra del agua de Trump? Solo el tiempo lo dirá.
Fuente: El Heraldo de México