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10 de abril de 2025 a las 09:20

Árabes poderosas: ¿ángeles o diablas?

El velo ondea sutilmente, acariciado por la brisa matutina, mientras Latifa el-Droubi, la enigmática primera dama de Siria, acompaña a su esposo, Ahmad el-Chareh, en la celebración del Fitr. Esta imagen, capturada por las lentes de todo el mundo, se convierte instantáneamente en un símbolo, un icono abierto a múltiples interpretaciones, un lienzo en blanco sobre el que se proyectan las esperanzas, los temores y, lamentablemente, también los prejuicios de la comunidad internacional. Su discreta presencia pública –esta es apenas su tercera aparición– alimenta la especulación y la curiosidad. ¿Quién es realmente Latifa el-Droubi? ¿Qué papel jugará en la reconstrucción de una Siria devastada por años de conflicto? ¿Será una figura decorativa, un eco silencioso de su poderoso esposo, o se convertirá en una voz propia, una fuerza impulsora del cambio?

El fantasma de las primeras damas del pasado, figuras como Asma al-Assad, aún se cierne sobre Siria. El recuerdo de su glamour superficial, su modernidad engañosa que ocultaba una complicidad activa en la opresión, sirve como advertencia. No podemos permitirnos caer nuevamente en la trampa de la imagen, de juzgar un libro por su portada, de confundir la elegancia occidentalizada con la verdadera emancipación. El velo de Latifa el-Droubi no debe ser interpretado como un símbolo de sumisión, sino como una expresión de su identidad, una elección personal que merece respeto. Es imperativo que los medios de comunicación internacionales, en su afán por narrar la compleja realidad siria, eviten caer en la simplificación, en la tentación de etiquetar y encasillar. La experiencia con Asma al-Assad, presentada erróneamente como un rostro progresista mientras se tejía la tragedia siria, debería servir como una lección aprendida.

La historia de Latifa el-Droubi, desde su infancia en Homs hasta su encuentro con Ahmad el-Chareh en la Universidad de Damasco, es un tapiz aún por descubrir, lleno de matices y complejidades. Su formación académica, su maestría en lengua y literatura árabes, sugiere una mente inquisitiva, una mujer con una voz propia que espera ser escuchada. El desafío radica en ir más allá de las apariencias, en comprender el contexto, en analizar las acciones y no solo las imágenes. La reconstrucción de Siria requiere un enfoque holístico, que involucre a todos los sectores de la sociedad, incluidas las mujeres. Latifa el-Droubi, como primera dama, tiene la oportunidad de desempeñar un papel crucial en este proceso, de ser una voz para las mujeres sirias, de abogar por sus derechos y necesidades.

La diplomacia internacional, por su parte, debe evitar la trampa de la personalización, de reducir la complejidad de un país a la figura de su presidente y su esposa. Siria es mucho más que Ahmad el-Chareh y Latifa el-Droubi. Es un pueblo resiliente que lucha por reconstruir su vida, por sanar las heridas de la guerra, por construir un futuro mejor. La comunidad internacional debe comprometerse con este proceso de reconstrucción de manera responsable, evitando caer en las trampas del neocolonialismo y la Realpolitik. El futuro de Siria depende de la colaboración, del respeto mutuo y de la comprensión profunda de su realidad, más allá de las imágenes superficiales y los prejuicios preconcebidos. La mirada debe centrarse en el pueblo sirio, en sus anhelos y esperanzas, y no en la figura, aún en construcción, de su primera dama.

Fuente: El Heraldo de México