
10 de abril de 2025 a las 01:40
Tren descarrila en Navojoa, sin víctimas
La madrugada del 9 de abril quedará grabada en la memoria de los habitantes de Pueblo Viejo, Sonora, como la noche en que la tierra tembló bajo sus pies. No se trataba de un sismo, sino de un estruendo metálico, un chirrido agónico de acero contra acero que anunciaba un desastre ferroviario. Doce vagones, cargados con toneladas de maíz amarillo con destino a Mexicali, se salieron de su curso, transformando el paisaje rural en un escenario de caos y metal retorcido.
El silencio de la noche se rompió abruptamente alrededor de las dos de la mañana. El potente rugido del tren carguero, habitual banda sonora nocturna para los residentes de esta tranquila localidad sonorense, se convirtió en un chirrido ensordecedor, seguido de un impacto que hizo vibrar las casas. Seis de los doce vagones se volcaron, esparciendo su carga de maíz como un manto dorado sobre la tierra. Afortunadamente, y casi milagrosamente, no se reportaron heridos. Sin embargo, las pérdidas materiales son considerables, un duro golpe para la empresa ferroviaria y un recordatorio de la fragilidad de la infraestructura en zonas rurales.
La noticia corrió como la pólvora. Decenas de vecinos, alertados por el estruendo, abandonaron la comodidad de sus hogares para presenciar el inusual espectáculo. La curiosidad, mezclada con una pizca de temor, los llevó hasta el lugar del accidente, donde el panorama era desolador: vagones volcados, maíz esparcido y un ambiente tenso.
Rápidamente, elementos de la Guardia Nacional y el Ejército Mexicano acordonaron la zona. Su presencia, imponente y tranquilizadora, impidió el acceso a curiosos y aseguró el perímetro para que los equipos de emergencia pudieran trabajar sin contratiempos. La tarea que les aguardaba era titánica: remover los vagones siniestrados, recuperar la carga de maíz y, lo más importante, reparar las vías para restablecer el tráfico ferroviario en esta importante ruta del sur de Sonora.
Mientras las grúas y el equipo pesado comenzaban a trabajar en la remoción de los vagones, las autoridades iniciaron las investigaciones para determinar las causas del descarrilamiento. Aunque las indagatorias aún están en curso, los empleados de Ferromex, la empresa propietaria del tren, apuntan hacia una hipótesis inquietante: el robo de clavos y placas de sujeción de las vías.
Según los trabajadores, esta práctica delictiva se ha vuelto alarmantemente común en la región. Presuntos delincuentes roban estos elementos metálicos para venderlos por kilo, sin importar las graves consecuencias que su avaricia puede provocar. La sustracción de estos componentes esenciales debilita la estructura de las vías, volviéndolas inestables e incrementando el riesgo de accidentes, especialmente para los pesados trenes de carga.
Este incidente pone en evidencia la vulnerabilidad de la infraestructura ferroviaria ante la delincuencia y la necesidad de implementar medidas de seguridad más robustas. No solo se trata de pérdidas materiales, sino del riesgo latente para la vida de los maquinistas, los habitantes de las zonas aledañas y el impacto en la economía regional. El robo de estos pequeños, pero vitales, elementos pone en jaque la seguridad de todo un sistema de transporte y nos obliga a reflexionar sobre la importancia de la prevención y la colaboración ciudadana para evitar futuras tragedias. La pregunta que resuena en Pueblo Viejo, y en todo Sonora, es: ¿cuántos accidentes más se necesitarán para que se tomen medidas contundentes contra este delito?
Fuente: El Heraldo de México