
9 de abril de 2025 a las 07:30
Masacre en Culiacán: 11 víctimas
La sombra de la violencia se cierne nuevamente sobre Sinaloa, dejando una estela de dolor e incertidumbre tras la masacre en el Centro de Rehabilitación Shaddai. La cifra de víctimas fatales ha ascendido a once, un número que golpea con crudeza y nos obliga a reflexionar sobre la fragilidad de la paz en nuestra sociedad. El hallazgo de los cuerpos sin vida de Guillermo Rodríguez Gaxiola, director del centro y presidente del Consejo Directivo de la Unión de Redes Contra las Adicciones del estado, y de Rodrigo “N”, subdirector de la institución, añade una capa de complejidad y horror a este trágico suceso.
Las circunstancias que rodean estos asesinatos son escalofriantes. Rodríguez Gaxiola fue sacado a la fuerza de su hogar en el fraccionamiento Portalegre por un comando armado, una imagen que evoca la vulnerabilidad que muchos ciudadanos sienten ante el poder del crimen organizado. Su cuerpo, posteriormente encontrado envuelto en plástico y con señales inequívocas de tortura en la colonia La Costerita, habla de una saña que conmueve e indigna. De igual manera, el cuerpo de Rodrigo “N”, hallado con heridas de bala y huellas de violencia en la colonia Progreso, refuerza la brutalidad de estos actos.
Las declaraciones del secretario de Seguridad Pública federal, Omar García Harfuch, apuntan a una célula de Los Chapitos como los responsables de esta masacre, enmarcando la tragedia dentro de la cruenta lucha interna que se libra en el seno del Cártel de Sinaloa. La hipótesis de una vendetta entre las facciones de Los Chapitos y Los Mayos, con el Centro Shaddai como escenario de este ajuste de cuentas, dibuja un panorama desolador en el que la vida humana parece no tener valor.
La ausencia de detenidos hasta el momento agrava la sensación de impunidad y alimenta la desconfianza en las instituciones encargadas de procurar justicia. La sociedad sinaloense exige respuestas, clama por el esclarecimiento de los hechos y por la captura de los responsables de esta barbarie. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo testigos de estas tragedias? ¿Cuándo podremos vivir sin el temor constante de la violencia?
Este lamentable suceso nos obliga a mirar de frente la compleja realidad que vivimos, a cuestionar las estrategias de seguridad implementadas y a exigir un compromiso real de las autoridades para combatir la impunidad y garantizar la seguridad de todos los ciudadanos. La memoria de las víctimas de la masacre en el Centro Shaddai debe servir como un recordatorio constante de la urgencia de construir un Sinaloa en paz, un Sinaloa donde la vida sea respetada y la justicia prevalezca. No podemos permitir que la violencia se normalice, no podemos permitir que el miedo nos paralice. Debemos unirnos como sociedad para exigir un cambio, para construir un futuro donde la paz sea una realidad y no solo una aspiración.
Fuente: El Heraldo de México