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9 de abril de 2025 a las 09:25

Atrapa la magia del instante

La efímera danza de píxeles en nuestras pantallas nos roba instantes, recuerdos, momentos que creímos eternos. Miriam, recuerdo tu último mensaje, una promesa de reencuentro que el cruel abrazo del cáncer arrebató. Un silencio digital nos envuelve, un último adiós en la fría pantalla. Recorro los pasillos virtuales de la memoria, ese álbum digital donde los rostros sonríen, ajenos al inevitable destino. Un artefacto, una máquina con pulso propio, nos recuerda que la bruma del pasado fue real, que existimos más allá del presente efímero.

Nos acecha la necesidad de compartir, de exhibir, de gritar al vacío digital nuestra existencia. ¿Por qué esa compulsión de abrir las puertas de nuestra intimidad, de convertir lo personal en público? Carlos Fuentes, con su pluma visionaria, anticipó esta realidad: lo que no se narra, no existe. Y hoy, en la era de la hiperconexión, podríamos añadir: lo que no se publica, nunca sucedió. La cima de la montaña conquistada, el concierto vibrante, la sonrisa cómplice… ¿tienen validez si no son validados por la mirada digital del otro?

Una fotógrafa, guardiana de instantes, me confesó que sus mejores obras habitan solo en su memoria. Un tesoro intangible, protegido del ruido digital. Al cerrar los ojos, revive la lágrima furtiva, la emoción genuina, el instante irrepetible. ¿Cuánta belleza se pierde en la carrera por la captura digital, por el instante congelado y compartido?

El último adiós a Miriam fue un acto íntimo, un silencio respetuoso, ajeno al ojo digital. Una despedida en el mundo real, donde las lágrimas no necesitan filtros y el dolor no busca "likes". La ausencia de registro digital fue una barrera protectora, un escudo contra la avalancha de preguntas, de reacciones, de la superficialidad del pésame virtual.

Byung-Chul Han, con su agudeza filosófica, nos advierte sobre la atrofia del tiempo en la era digital. La realidad se fragmenta en píxeles, en informaciones efímeras que buscan la sorpresa, el impacto inmediato. Nuestra atención, dispersa, se pierde en el torbellino de estímulos. ¿Qué nos sorprenderá en este mundo saturado de información, de inteligencia artificial, de crisis globales? ¿Qué sacudirá nuestra anestesiada percepción, qué nos devolverá la capacidad de asombro?

La memoria, ese espacio íntimo y sagrado, se ve amenazada por la vorágine digital. ¿Cómo preservar la esencia de lo vivido, la profundidad de los sentimientos, en un mundo que nos empuja a la superficialidad, a la inmediatez, al exhibicionismo digital? El desafío es encontrar el equilibrio, reivindicar el silencio, cultivar la memoria individual y colectiva, rescatar la belleza de lo no contado, de lo no publicado, de lo que simplemente se vive y se guarda en el corazón.

Fuente: El Heraldo de México