
8 de abril de 2025 a las 18:10
Tragedia: niña de 4 años muere ahogada mientras padrastro escapaba
La tragedia de Celeste, una niña de apenas cuatro años, ha conmocionado a la sociedad argentina y ha desatado un torrente de indignación y dolor. Su corta vida se apagó en las turbias aguas del río Paraná, un escenario que se convirtió en la última parada de una huida desesperada, marcada por la sombra de la ilegalidad y la violencia. La pequeña, junto a su madre, Beatriz, de 29 años, y su hermano Máximo, de tan solo dos, intentaban cruzar la frontera hacia Paraguay en una precaria embarcación de madera. El objetivo: escapar de la justicia argentina que perseguía a Ariel Arcenio, padrastro de Celeste y principal sospechoso de un delito aberrante: el abuso sexual de su propia hermana.
Este intento de escape, plagado de desesperación, terminó en tragedia. La frágil balsa no soportó el peso de la angustia y se partió en dos, arrastrando a la pequeña Celeste a las profundidades del río. Beatriz, aferrada a la vida y a su otro hijo, logró alcanzar la orilla, con el corazón destrozado y la mirada perdida en el horizonte que se tragaba a su hija. Ariel, el hombre que los llevó a esta situación límite, desapareció en las aguas, convirtiéndose en un fantasma más en esta historia de dolor.
El hallazgo del cuerpo sin vida de Celeste, un día después de la tragedia, confirmó los peores temores. Las autoridades argentinas desplegaron un intenso operativo de búsqueda para encontrar a Ariel, pero hasta el momento, sus esfuerzos han sido infructuosos. La justicia, que buscaba al prófugo, ahora también busca respuestas en las turbulentas aguas del Paraná.
La voz quebrada de Clara, la abuela materna de Celeste, añade otra capa de desolación a este drama. En una entrevista desgarradora, relata la tormentosa relación de su hija con Ariel, un vínculo marcado por la violencia y la toxicidad. Clara denuncia un intento de feminicidio en julio de 2024, un episodio que, lamentablemente, no fue suficiente para romper las cadenas que ataban a Beatriz a su agresor. La abuela, con el dolor a flor de piel, confiesa haber intentado en repetidas ocasiones hacerse cargo de Celeste, rescatarla de un ambiente precario y peligroso, pero sus esfuerzos fueron en vano.
Las palabras de Clara dibujan un panorama desolador: una niña de cuatro años que no asistía a la escuela, una madre atrapada en un ciclo de violencia, y una familia que vivía al margen de la ley. La abuela revela un detalle que estremece: Celeste no quería ir a Paraguay. "Mami, yo no quiero ir a Paraguay. Yo me quiero quedar en la casa de mi tía Mónica", suplicaba la pequeña, una súplica que se perdió en el ruido de la desesperación y la violencia.
La historia de Celeste es un grito silencioso que resuena en la conciencia colectiva. Es un llamado a la reflexión sobre la violencia de género, la vulnerabilidad de la infancia y la necesidad de proteger a quienes no pueden defenderse. Es una tragedia que pudo haberse evitado, una herida abierta en el corazón de una sociedad que aún busca respuestas en las turbias aguas del Paraná. ¿Cuántas Celestes más tendrán que perderse para que se escuchen sus súplicas? ¿Cuántas tragedias más serán necesarias para romper el ciclo de la violencia?
Fuente: El Heraldo de México