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8 de abril de 2025 a las 19:35

Tragedia escolar: celos y puñalada

El silencio reinaba en el Colegio Santa Doménica, un silencio denso, pesado, interrumpido solo por los murmullos asustados y las sirenas que se acercaban. Era una mañana como cualquier otra, las 8:30, el sol apenas comenzaba a calentar los patios del colegio ubicado en La Matanza, Argentina. Alumnos y alumnas entraban con la energía propia del inicio de la jornada, ajenos a la tragedia que estaba a punto de desarrollarse entre sus muros. Una joven de 14 años, cuya mirada reflejaba una tormenta interna, caminaba por los pasillos. Observó a un grupo de compañeras reunidas, riendo y conversando. En ese instante, la risa, que para muchos es sinónimo de alegría, se convirtió para ella en una daga afilada. Interpretó las risas como dirigidas a ella, como una burla cruel, alimentando una espiral de inseguridades y resentimientos que la consumían por dentro. La semilla de la venganza había sido plantada.

La mañana transcurrió con una aparente normalidad, las clases se sucedían una tras otra. Pero en la mente de la joven, el plan de venganza se iba fraguando, cada minuto que pasaba la acercaba más al abismo. Llegó la hora de Educación Artística, una materia que usualmente evoca creatividad y expresión, pero que ese día se teñiría de rojo. La joven, sentada detrás de su supuesta agresora, esperó pacientemente el momento oportuno. Con una frialdad que contrastaba con su corta edad, sacó una navaja de su mochila. Un objeto punzante, destinado a cortar papel y cartón, se convirtió en el instrumento de su ira descontrolada.

En un instante, la tranquilidad del aula se transformó en un caos ensordecedor. La navaja se abalanzó sobre la víctima, hiriéndola en la cabeza, las manos y los brazos. Los gritos de terror de los alumnos presentes se mezclaron con el llanto de la joven herida, que intentaba en vano protegerse del ataque. "Todo fue un caos. La chica sangraba mucho, muchísimo. Todos estábamos asustados", relató un testigo a A24, con la voz aún temblorosa por el horror vivido. La escena, grabada a fuego en la memoria de los presentes, se convirtió en una pesadilla real.

La víctima, con tres puntos de sutura en la cabeza y múltiples heridas en brazos y manos, fue trasladada de inmediato para recibir atención médica. Mientras tanto, la agresora, una niña de tan solo 14 años, quedó bajo custodia. La noticia, como un reguero de pólvora, se extendió por la comunidad, dejando a su paso una estela de conmoción e incredulidad. ¿Cómo una niña tan joven pudo llegar a cometer un acto tan violento? La respuesta, compleja y multifacética, apunta hacia un trasfondo de problemas mentales. Según se ha informado, la joven agresora se encuentra bajo tratamiento en un hospital para niños.

Este lamentable suceso nos obliga a reflexionar sobre la importancia de la salud mental en los adolescentes, la necesidad de detectar y atender las señales de alarma, y el papel fundamental de la escuela y la familia en la creación de un entorno seguro y de contención para nuestros jóvenes. Es un llamado a la empatía, a la comprensión, y a la construcción de una sociedad que priorice el bienestar emocional de sus miembros más vulnerables. El silencio que ahora reina en el Colegio Santa Doménica debe ser un llamado a la acción, un recordatorio de que el futuro de nuestros jóvenes está en nuestras manos. No podemos permitir que la violencia se convierta en la respuesta al dolor. Debemos construir puentes de diálogo, tender manos amigas, y brindar a nuestros adolescentes las herramientas que necesitan para navegar las complejidades de la vida.

Fuente: El Heraldo de México