La tragedia en el Parque Bicentenario durante el festival Axe Ceremonia ha dejado una profunda herida en la comunidad. Más allá del dolor inmediato, surge la imperiosa necesidad de comprender cómo un evento que prometía ser una celebración de la música y la cultura se transformó en un escenario de angustia e incertidumbre. Las declaraciones del alcalde Mauricio Tabe apuntan a una grave violación del protocolo de seguridad, una modificación no autorizada del programa de protección civil que, según sus palabras, habría desencadenado el colapso de la estructura. Esto nos obliga a preguntarnos: ¿cuáles fueron las fallas específicas en la comunicación y supervisión que permitieron esta alteración del plan original? ¿Se ejerció la debida diligencia en la verificación de las estructuras y la capacidad del recinto?

La afirmación de que las estructuras colapsadas no estaban contempladas en el plan presentado inicialmente es alarmante. Si esto se confirma, nos enfrentamos a una negligencia que puso en riesgo la vida de miles de asistentes. Las verificaciones realizadas el viernes 4 de abril, con la participación de Protección Civil de Miguel Hidalgo, Azcapotzalco y la Secretaría de Protección Civil del Gobierno de la Ciudad de México, aparentemente no detectaron estas modificaciones. ¿Fue una omisión por parte de los organizadores, una falta de rigor en la inspección, o una combinación de ambos factores? Es crucial que la investigación de la Fiscalía arroje luz sobre estas interrogantes y determine las responsabilidades correspondientes.

La decisión de no suspender el evento inmediatamente después del incidente también genera controversia. Si bien el alcalde Tabe argumenta que una suspensión abrupta podría haber provocado una estampida y una situación aún más peligrosa, es legítimo cuestionar si se evaluaron adecuadamente todas las alternativas. ¿Se consideró la posibilidad de una evacuación controlada por zonas, con el apoyo de personal de seguridad y la difusión de instrucciones claras a través del sistema de sonido? La disyuntiva entre evitar un mal mayor y garantizar la seguridad inmediata de los asistentes es un dilema complejo, pero que exige una respuesta transparente y justificada.

El proceso de verificación posterior al incidente, que culminó con la suspensión del inmueble a la 1:30 am, plantea nuevas preguntas. ¿Por qué se tardó tanto en tomar esta decisión? ¿Qué criterios se utilizaron para determinar que las condiciones de desalojo eran seguras? La espera por el Invea, si bien protocolaria, parece haber prolongado innecesariamente la incertidumbre y la angustia de los asistentes.

La tragedia del Parque Bicentenario nos recuerda la importancia crucial de la planificación y el cumplimiento riguroso de las normas de seguridad en eventos masivos. No se trata simplemente de seguir un protocolo, sino de comprender que cada detalle, cada verificación, cada decisión, puede ser la diferencia entre la celebración y la tragedia. La investigación debe llegar hasta las últimas consecuencias, no solo para sancionar a los responsables, sino también para implementar medidas que prevengan futuros incidentes y garanticen la seguridad de todos los asistentes a eventos de este tipo. La memoria de lo sucedido debe servir como un llamado a la responsabilidad y a la conciencia, para que la música y la cultura puedan seguir siendo fuente de alegría y no de dolor.