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8 de abril de 2025 a las 09:20

Sobrevive a la crisis

Nos encontramos en un territorio inexplorado, una guerra sin precedentes. No se libran batallas con tanques ni misiles, sino con aranceles, con impuestos, con el lenguaje silencioso pero demoledor de la economía global. Donald Trump ha disparado la primera salva, una “bazuca arancelaria” que resuena en los mercados internacionales, y la respuesta de China no se ha hecho esperar. Este intercambio de golpes comerciales, lejos de ser un conflicto aislado, amenaza con desatar una verdadera guerra económica, con consecuencias impredecibles para todos.

A diferencia de las guerras tradicionales, no vemos la movilización de tropas ni la fabricación masiva de armamento. Sin embargo, el fantasma de la inflación se cierne sobre Estados Unidos, un enemigo invisible pero poderoso que corroe el poder adquisitivo y siembra la incertidumbre. Las palabras de Larry Fink, CEO de BlackRock, resuenan como una profecía inquietante: "Muy probablemente ya estamos atravesando una recesión". Este temor, compartido por líderes empresariales de todo el mundo, pinta un panorama sombrío para la economía global.

La posibilidad de un racionamiento de productos, no impuesto por decreto gubernamental sino por la escasez derivada de la caída de las importaciones, añade otra capa de complejidad a este escenario bélico. La incertidumbre es la constante. ¿Cuánto durará esta guerra comercial? ¿Quién saldrá victorioso? La lógica apunta a Estados Unidos, el mayor consumidor del planeta, como el potencial ganador. Todos quieren venderle, todos necesitan su mercado. Pero la lógica, en tiempos de guerra, a menudo se desvanece ante la imprevisibilidad de las acciones humanas.

Los primeros movimientos en este tablero geopolítico sugieren una posible ventaja para Estados Unidos. La oferta de la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, de reducir a cero los aranceles a los productos industriales estadounidenses, y la postura expectante de la India, a la espera de un nuevo acuerdo comercial con la UE, son señales que podrían indicar un debilitamiento del frente opuesto a Trump.

Sin embargo, México, en su pasividad, se encuentra en una posición vulnerable. Una recesión en Estados Unidos tendría un impacto devastador en nuestra economía. Y el escenario se vuelve aún más sombrío si Trump logra acuerdos comerciales con otros países, como India, Argentina o Vietnam, neutralizando así la ventaja que México ostenta gracias al T-MEC. La cooperación, no la confrontación, es el camino que debe seguir México. Responder con medidas proteccionistas sería un error estratégico de consecuencias catastróficas.

El caso de Volkswagen, la marca de autos que más ha visto caer sus exportaciones desde México en el último trimestre, es un ejemplo palpable del impacto que esta guerra comercial ya está teniendo en nuestra economía. La caída del 36.2% en sus exportaciones es una señal de alarma que no podemos ignorar.

Las palabras del primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, a Trump, advierten sobre el riesgo de que los aranceles debiliten las inversiones japonesas en Estados Unidos. Japón, el mayor inversor extranjero en suelo estadounidense, es un actor clave en esta guerra económica. Su postura podría inclinar la balanza hacia uno u otro lado.

Nos encontramos, pues, en un momento crucial. La guerra comercial ha comenzado, y sus consecuencias son impredecibles. La incertidumbre reina, y la prudencia, la estrategia y la cooperación internacional son las únicas armas que tenemos para navegar en estas aguas turbulentas.

Fuente: El Heraldo de México