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8 de abril de 2025 a las 09:45

Siembra las reglas, cosecha libertad.

La promesa de un campo fértil y autosuficiente resuena con fuerza en el discurso del gobierno actual. "Cosechando Soberanía", el programa bandera de la administración Sheinbaum, se presenta como la llave para destrabar el potencial agrícola de México y encaminarnos hacia la anhelada soberanía alimentaria. Una promesa que evoca la imagen de un México que se alimenta a sí mismo, un país que retoma el control de su producción y se blinda ante las volátiles fluctuaciones del mercado internacional. Un ideal, sin duda, que palpita en el corazón de cada campesino y que resuena con la historia de un país profundamente ligado a la tierra.

Sin embargo, entre la promesa y la realidad se extiende un terreno árido, un limbo de incertidumbre donde la semilla de la soberanía, a pesar de estar sembrada en la retórica oficial, aún no germina. El programa, anunciado con bombos y platillos, carece del elemento vital que lo haría florecer: las reglas de operación. Este vacío normativo, esta falta de un marco claro y definido, mantiene al campo mexicano en un compás de espera, en una pausa que se prolonga y que amenaza con ahogar el entusiasmo inicial.

Imaginemos a las comunidades agrícolas, a las familias que por generaciones han labrado la tierra, escuchando el anuncio de "Cosechando Soberanía" con una mezcla de esperanza y escepticismo. Visualicemos a los pequeños productores, aquellos que han sido históricamente marginados del sistema financiero, viendo en la línea de crédito prometida una oportunidad para acceder a los recursos que necesitan para modernizar sus métodos, ampliar sus cultivos y, en definitiva, mejorar sus condiciones de vida. Imaginemos también a las agroindustrias familiares, pilar fundamental de la economía rural, preparando planes de inversión, proyectando un futuro de crecimiento y desarrollo, impulsadas por la promesa de un apoyo gubernamental concreto.

Pero la realidad, terca e implacable, los devuelve a la tierra. Sin reglas de operación, el programa no puede echar raíces. Las instituciones financieras, cautas y pragmáticas, no se aventuran a operar en un terreno donde las normas no están definidas. El crédito, ese riego vital que permitiría al campo mexicano florecer, no fluye. La maquinaria de la producción, lista para ponerse en marcha, permanece inmóvil, a la espera de la señal que nunca llega.

La falta de reglas de operación no es un mero tecnicismo burocrático. Es un obstáculo que paraliza el campo, que lo deja vulnerable ante las presiones inflacionarias que azotan la economía nacional, ante la crisis climática que altera los ciclos de siembra y cosecha, y ante los retos geopolíticos que ponen en jaque la producción de alimentos y el libre comercio. Es una pausa que se traduce en incertidumbre, en frustración y, en última instancia, en la pérdida de una oportunidad histórica para transformar el campo mexicano.

El gobierno tiene la responsabilidad de honrar la promesa de "Cosechando Soberanía". Debe dejar de lado la retórica y pasar a la acción. Publicar las reglas de operación del programa es el primer paso, el paso fundamental para que el crédito fluya, para que el campo se reactive y para que la soberanía alimentaria deje de ser un anhelo y se convierta en una realidad tangible. La tierra está lista, los productores están listos. Que las reglas lleguen a tiempo, antes de que la semilla de la soberanía se seque en la tierra árida de la indefinición.

Fuente: El Heraldo de México