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9 de abril de 2025 a las 00:30
¡Rescate milagroso del merenguero Rubby Pérez!
En medio del polvo, el acero retorcido y el silencio roto por los gritos de auxilio, una melodía conocida se elevó desde las entrañas de la discoteca Jet Set. No era la música estridente que habitualmente inundaba el local, sino la voz, un tanto quebrada pero firme, de Rubby Pérez, el ídolo del merengue que se aferraba a la vida con la misma fuerza con la que se aferraba a su canto. En la madrugada del lunes, la alegría y el baile se transformaron en una escena dantesca. El techo de la emblemática discoteca, testigo de innumerables noches de fiesta, se desplomó sobre los desprevenidos asistentes. La oscuridad se adueñó del lugar, sepultando bajo los escombros los sueños y las risas de quienes tan solo horas antes celebraban la vida.
La angustia se apoderó de Santo Domingo. Familiares y amigos se agolpaban en las inmediaciones del Jet Set, con la esperanza de escuchar noticias alentadoras. El aire, denso por el polvo y la desesperación, se cortaba con cada sirena de ambulancia que llegaba al lugar. Los socorristas, con el rostro marcado por el cansancio y la tensión, trabajaban sin descanso, removiendo escombros con sus propias manos, con la ayuda de maquinaria pesada y guiados por el olfato infalible de los perros de rescate. Cada minuto que pasaba era una batalla contra el tiempo, una lucha por arrancarle vidas a la tragedia.
Zulinka Pérez, hija del cantante, revivía una y otra vez los instantes previos al desastre. El intercambio de micrófonos con su padre, una acción rutinaria, se convirtió en un gesto que le salvó la vida. La imagen de su esposo protegiéndola con su cuerpo, instándola a escapar para cuidar de su hijo, quedará grabada para siempre en su memoria. La incertidumbre sobre el destino de su padre la atormentaba, hasta que llegó la noticia, un susurro de esperanza en medio del caos: Rubby estaba vivo. Había usado su voz, su don, no para entretener, sino para sobrevivir. Su canto, un himno a la vida, guió a los rescatistas hasta su ubicación.
La solidaridad del pueblo dominicano no se hizo esperar. Donaciones de sangre, apoyo psicológico, manos dispuestas a ayudar en lo que fuera necesario. El país entero se unió en un abrazo fraterno para aliviar el dolor de las víctimas y sus familias. El presidente Luis Abinader decretó tres días de duelo nacional, un gesto que simboliza el luto colectivo por las vidas perdidas y la esperanza de un futuro donde la música vuelva a sonar en Santo Domingo, sin el eco del dolor y la tragedia.
Mientras las investigaciones sobre las causas del derrumbe continúan, la historia del rescate de Rubby Pérez se convierte en un símbolo de resiliencia, un testimonio del poder del espíritu humano para aferrarse a la vida, incluso en las circunstancias más adversas. Su voz, que tantas veces llenó de alegría los corazones de los dominicanos, se transformó en un faro de esperanza en medio de la oscuridad, una melodía que resonará para siempre en la memoria colectiva como un canto a la vida. La discoteca Jet Set, otrora un templo de la música y el baile, se convierte ahora en un mausoleo de recuerdos, un recordatorio de la fragilidad de la vida y la importancia de la solidaridad en momentos de tragedia. La reconstrucción no será solo física, sino también emocional, un proceso lento y doloroso, pero necesario para sanar las heridas y honrar la memoria de quienes perdieron la vida en aquella fatídica noche.
Fuente: El Heraldo de México