La violencia vuelve a teñir las calles de Acapulco. El sol del mediodía de este 8 de abril iluminaba una escena macabra en la colonia Libertadores: un vehículo Volkswagen azul, tipo sedán, se convertía en el último escenario de tres vidas truncadas. En su interior, la muerte se presentaba en su forma más cruda, recordándonos la fragilidad de la existencia en un puerto que anhela la tranquilidad.

El hallazgo, reportado alrededor de las 12:10 horas al número de emergencias 911, desató una rápida movilización de las autoridades. La ubicación del vehículo, a escasos metros de un módulo abandonado de la Secretaría de Seguridad Pública y de la secundaria técnica 104 Emiliano Zapata, añade una capa de ironía a la tragedia. La proximidad a un símbolo de la seguridad, ahora en desuso, contrasta con la brutalidad del crimen, dejando al descubierto la vulnerabilidad que se vive en la zona suburbana del puerto.

La escena que encontraron las autoridades ministeriales era estremecedora. Dos hombres en los asientos traseros y una mujer en la cajuela, los tres embolsados, con visibles huellas de tortura y un torniquete en el cuello, silenciosos testigos de una violencia desmedida. Cada detalle, cada golpe, cada marca en sus cuerpos, narra una historia de sufrimiento que exige justicia y que nos interpela como sociedad.

La llegada de la Guardia Nacional, seguida por efectivos de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal y agentes ministeriales, marcó el inicio de las investigaciones. El acordonamiento de la zona permitió al personal de Servicios Periciales realizar las primeras diligencias y recolectar indicios que, se espera, arrojen luz sobre este triple homicidio. La precisión y la minuciosidad en la recolección de pruebas son cruciales para identificar a los responsables y llevarlos ante la justicia.

Los cuerpos, aún sin identificar, fueron trasladados a la morgue por personal del Servicio Médico Forense. A la espera de que sean reconocidos por sus familiares, se convierten en un número más en las estadísticas de la violencia. Con este triple homicidio, ya son 13 las personas que han perdido la vida de forma violenta en lo que va de abril, cuatro de ellas mujeres. Una cifra que nos golpea y nos obliga a reflexionar sobre la urgente necesidad de reforzar las estrategias de seguridad y construir un Acapulco donde la vida sea el valor supremo.

La pregunta que resuena en el aire es ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la violencia seguirá sembrando el terror en las calles de Acapulco? La respuesta no es sencilla, requiere un esfuerzo conjunto de la sociedad y las autoridades para combatir las raíces de la inseguridad, fortalecer el tejido social y construir un futuro donde la paz y la justicia sean una realidad para todos. El clamor de las víctimas silenciadas nos exige actuar, no podemos permitir que la impunidad se imponga y que la violencia siga arrebatándonos vidas.

Este triple homicidio no puede quedar impune. Es un llamado a la acción, a la solidaridad y a la exigencia de justicia. Acapulco merece vivir en paz.