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8 de abril de 2025 a las 21:45

Hablar con tu mascota: ¿Locura o terapia?

En un mundo cada vez más acelerado y complejo, la conexión con nuestras mascotas se ha convertido en un refugio de tranquilidad y afecto incondicional. Lejos de ser una peculiaridad, hablar con nuestros perros, gatos, aves o cualquier otro animal de compañía, se revela como una práctica con sorprendentes beneficios psicológicos. Más allá de las miradas cómplices y las caricias reconfortantes, el diálogo, aunque unidireccional en apariencia, nutre un vínculo profundo y positivo para nuestro bienestar emocional.

Diversos estudios en el campo de la psicología animal y la interacción humano-animal han arrojado luz sobre las virtudes de esta comunicación singular. Hablar con nuestras mascotas no solo es una muestra de cariño, sino una expresión de nuestra capacidad empática y de nuestra inteligencia emocional. Al dirigirnos a ellos, proyectamos en sus comportamientos un abanico de emociones y estados de ánimo que, consciente o inconscientemente, interpretamos. De esta manera, aprendemos a descifrar su lenguaje corporal, sus vocalizaciones y sus sutiles cambios de actitud, afinando nuestra sensibilidad hacia las necesidades de otros seres vivos.

Esta habilidad para comprender las emociones de nuestras mascotas se traduce, a su vez, en una mayor capacidad para gestionar nuestras propias emociones. En momentos de estrés, ansiedad o tristeza, la compañía de nuestros animales y la simple acción de verbalizar nuestros pensamientos y sentimientos en su presencia, puede actuar como una válvula de escape, una forma de catarsis que nos ayuda a procesar las experiencias difíciles y a encontrar consuelo en su silenciosa escucha. No es casualidad que la terapia asistida con animales se haya convertido en una herramienta eficaz para el tratamiento de diversas afecciones psicológicas.

La soledad, un mal endémico de la sociedad moderna, encuentra un antídoto en la compañía incondicional de nuestras mascotas. Al hablar con ellas, rompemos el silencio opresivo y creamos un espacio de intimidad y conexión que nos protege del aislamiento. Este diálogo interno, en presencia de un ser que nos acepta sin juzgar, nos permite explorar nuestros pensamientos y emociones con mayor libertad, potenciando nuestra creatividad y nuestra capacidad para resolver problemas. En la quietud de ese intercambio silencioso, a menudo surgen ideas y perspectivas que se nos habían escapado en el bullicio del día a día.

Además, el acto de cuidar y proteger a una mascota, y de comunicarnos con ella como un miembro más de la familia, refuerza nuestro sentido de responsabilidad y nuestro instinto protector. Nos enseña a ser más atentos a las necesidades de los demás, a cultivar la paciencia y la empatía, y a valorar la importancia del cuidado mutuo. En un mundo donde la individualidad a menudo se impone sobre la colectividad, la relación con nuestras mascotas nos recuerda la belleza de la interdependencia y la riqueza que se deriva de compartir nuestra vida con otros seres vivos.

En definitiva, hablar con nuestras mascotas no es una excentricidad, sino una manifestación de nuestra humanidad, de nuestra capacidad para amar y conectar con otros seres, más allá de las barreras del lenguaje. Es una práctica que enriquece nuestra vida emocional, fortalece nuestros vínculos afectivos y nos recuerda la importancia de cultivar la ternura y la compasión en un mundo que a menudo nos exige ser duros e implacables. Así que, la próxima vez que sientas la necesidad de hablar, no dudes en buscar la compañía de tu fiel amigo peludo, plumífero o escamoso. Te escuchará con atención, sin juzgarte, y te ofrecerá a cambio el regalo invaluable de su amor incondicional.

Fuente: El Heraldo de México