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7 de abril de 2025 a las 14:05

Voces silenciadas

La sombra de la impunidad se cierne pesada sobre la justicia, sus tentáculos buscando acallar las voces de quienes se atreven a desafiar el silencio. Desde Francia, el eco de dos casos estremecedores nos golpea con la crudeza de una realidad que se repite: Dominique Pelicot, el hombre que convirtió el hogar en escenario de una pesadilla inimaginable, drogando a su esposa para que fuese abusada por extraños; y Joël Le Scouarnec, el cirujano que traicionó el juramento hipocrático, dejando una estela de 299 víctimas, la mayoría menores, marcadas por el horror del abuso sexual. Ahora, un nuevo nombre se suma a esta lista infame: Gérard Depardieu, el rostro icónico del cine francés, enfrenta un juicio por agresión sexual, acusado por dos mujeres que trabajaron en un rodaje en 2021. No es la primera vez que su nombre se ve envuelto en la oscuridad de estas acusaciones, una docena de mujeres desde 2004 han alzado la voz, señalándolo como agresor. La Fiscalía pide 18 meses de prisión, una sentencia que se espera para el 13 de mayo y que, independientemente del resultado, deja una profunda herida en la confianza y un cuestionamiento ineludible sobre el poder y la impunidad.

Cruzando la frontera, en España, un libro desata la indignación y reabre una herida que parecía imposible de cerrar. "El odio", un texto que recoge el testimonio de José Bretón, el hombre que asesinó a sus propios hijos, Ruth y José, de seis y dos años, en Córdoba en 2011. Un crimen atroz, impulsado por la venganza contra su esposa, Ruth Ortiz, quien había decidido separarse de él. Bretón incineró los cuerpos de sus hijos, buscando borrar cualquier rastro de su acto monstruoso. La publicación de este libro, que pretende dar voz al verdugo, es una bofetada a la memoria de las víctimas y una nueva forma de violencia vicaria contra Ruth Ortiz, una madre condenada a vivir con el dolor insoportable de la ausencia. Aunque la editorial Anagrama ha suspendido la distribución, el daño ya está hecho, la herida reabierta, la indignación palpable. ¿A quién beneficia dar voz al asesino, convertir su relato en mercancía, revictimizar a una madre que ha perdido lo más preciado?

Estos casos, separados por la geografía, unidos por el horror, nos interpelan como sociedad. El silencio cómplice, la protección patriarcal que ampara a los agresores, la dificultad de las víctimas para ser escuchadas y creídas, son patrones que se repiten una y otra vez. Tanto en Francia como en España, el intento de silenciar a las víctimas ha fracasado gracias a su valentía. Su verdad, aunque dolorosa, se alza como un grito de justicia, un llamado a la acción. Es en la valentía de estas mujeres, y en la de tantas otras que permanecen en el anonimato, donde encontramos la fuerza para romper el ciclo de la violencia. En México, como en el resto del mundo, la lucha contra la violencia de género es una batalla que se libra en todos los frentes, una batalla que no podemos permitirnos perder. No hay espacio para la indiferencia, la pasividad es complicidad. Debemos construir una sociedad donde la justicia sea una realidad y no una aspiración lejana, donde las víctimas sean escuchadas, protegidas y reparadas, y donde los agresores rindan cuentas por sus actos. El camino es largo y arduo, pero la lucha por la justicia y la dignidad es una lucha que vale la pena librar.

Fuente: El Heraldo de México