La angustia se palpa en el aire en la colonia Real de San Joaquín, Nuevo León. Siete días, siete eternidades para la familia y amigos de Marisol Cortez, quien desapareció sin dejar rastro el pasado 31 de marzo. La joven madre, con la ilusión de un nuevo empleo, salió de su casa rumbo a una entrevista de trabajo y, desde entonces, el silencio se ha convertido en su sombra. Un silencio que grita, que interpela a la comunidad y que exige respuestas.

Las últimas imágenes de Marisol, captadas por una cámara de seguridad, la muestran caminando con paso firme, vestida con pantalón y blusa negros, tenis blancos y una bolsa del mismo color. Su cabello suelto, balanceándose al ritmo de sus pasos, contrasta con la rigidez que ahora invade a su familia. En el video, Marisol camina sola, ajena a la pesadilla que está a punto de comenzar. Un video que, en lugar de tranquilizar, agudiza la incertidumbre. ¿Qué pasó después? ¿Quién la vio por última vez? Preguntas que retumban en la mente de sus seres queridos, como un eco doloroso que no encuentra respuesta.

La esperanza, sin embargo, se aferra a los pequeños detalles. La confirmación de su asistencia a la entrevista de trabajo, la salida a las 10:00 am… Migajas de información que, lejos de iluminar el camino, lo vuelven aún más tortuoso. Cada minuto que pasa, cada llamada sin respuesta, cada pista falsa, ahonda la herida de la ausencia. La búsqueda se ha extendido a amigos y conocidos, pero todos niegan haberla visto. El círculo se cierra, la desesperación crece.

Un nombre emerge de entre las sombras: la expareja de Marisol. Las acusaciones, cargadas de dolor e impotencia, lo señalan como principal sospechoso. Su aparente indiferencia, su “quitado de la pena”, como lo describe Lizeth González, cuñada de la desaparecida, encienden las alarmas. ¿Es posible que esté involucrado? ¿Qué sabe él que no dice?

Un video, compartido por Lizeth en redes sociales, añade leña al fuego de la sospecha. En la grabación, se ve a la familia de Marisol dentro del domicilio de la expareja, donde encuentran pertenencias de la joven: su cartera, un anillo… Objetos personales, cargados de significado, que se convierten en mudos testigos de una historia aún por descifrar. La voz de Lizeth, quebrada por la angustia, resuena en la grabación: "aquí está su anillo y aquí está mi foto (de su mamá)". Un grito desgarrador que clama justicia y verdad.

La ficha de búsqueda de Marisol circula por redes sociales y medios de comunicación. 31 años, cabello negro y lacio, piel morena clara, un tatuaje de una rosa en la pierna y una Santa Muerte en la espalda. Señales particulares que se convierten en la única esperanza para encontrarla. La comunidad se une a la búsqueda, compartiendo la información, ofreciendo su apoyo. La solidaridad se convierte en un bálsamo ante la desesperación.

La incertidumbre continúa. ¿Dónde está Marisol? ¿Qué le ha sucedido? Preguntas que exigen respuestas. La familia, aferrada a la esperanza, no se dará por vencida hasta encontrarla. Cada minuto cuenta. Cada pista, por pequeña que sea, puede ser la clave para resolver este angustiante misterio. La sociedad, unida en la búsqueda, mantiene la esperanza de que Marisol regrese pronto a casa.