7 de abril de 2025 a las 08:45
Alerta en Naucalpan: ¿Dónde están las niñas?
La angustia se palpaba en el aire de San Francisco Chimalpa. El repicar urgente de las campanas del templo, un sonido ancestral que usualmente convocaba a la comunidad para celebraciones y festividades, esta vez resonaba con una tonalidad distinta, una llamada a la acción frente a la desesperación. La desaparición de tres menores, Samantha, María José y Keila, de 10, 13 y 14 años respectivamente, había desatado una ola de temor e incertidumbre que se extendía como una sombra sobre el pueblo hñahñu. Imaginen la escena: familias enteras con el corazón en un puño, rostros marcados por la preocupación, preguntándose por el paradero de estas niñas, reconstruyendo sus últimos pasos, aferrándose a la esperanza de encontrarlas sanas y salvas.
La tarde del 6 de abril, la Carretera Naucalpan-Toluca, una arteria vital que conecta a la comunidad con el resto del mundo, se convirtió en el escenario de la protesta. Decenas de habitantes, impulsados por la angustia y la necesidad de respuestas, bloquearon la vía. La indignación era palpable. No se trataba solo de la desaparición de tres niñas, sino también de la vulnerabilidad que sentían, de la necesidad de visibilizar su situación y exigir a las autoridades que actuaran con celeridad y eficacia. La carretera, símbolo de conexión, se transformó en un símbolo de resistencia, una barrera levantada contra la indiferencia y la inacción.
La noticia de la localización de Samantha, la menor de 10 años, llegó como un rayo de luz en medio de la tormenta. El alivio fue inmenso, un respiro colectivo que calmó, aunque momentáneamente, la tensión acumulada. Las autoridades informaron que la niña había sido víctima de una extorsión telefónica, un engaño cruel que mantuvo a su familia en vilo, creyendo que su pequeña estaba secuestrada. Si bien la alegría por el regreso de Samantha era innegable, la sombra de la incertidumbre persistía. María José y Keila seguían desaparecidas, y la comunidad no descansaría hasta tenerlas de vuelta en casa.
A pesar del rescate de Samantha, la tensión no se disipó por completo. La frustración acumulada, la impotencia ante la falta de información sobre las otras dos menores, y la rabia contenida, encontraron una vía de escape en actos de violencia. La quema de una patrulla policial se convirtió en un símbolo de la desesperación que se vivía en la comunidad. Un acto que, si bien reprochable, reflejaba la profunda herida que la desaparición de las niñas había abierto en el corazón de San Francisco Chimalpa.
La reapertura de la carretera, tras horas de bloqueo, representó el regreso a una tensa calma. La circulación se restableció, pero las preguntas seguían sin respuesta. ¿Dónde estaban María José y Keila? ¿Qué había sucedido con ellas? La búsqueda continúa, la esperanza se mantiene viva, y la comunidad de San Francisco Chimalpa sigue unida en la lucha por el regreso de sus hijas. La historia aún no ha terminado.
Fuente: El Heraldo de México