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6 de abril de 2025 a las 23:55

El secreto de Susana Zabaleta

El silencio se extendió en la mesa, un silencio denso cargado de la tensión no dicha entre padre e hija. Susana, con una mezcla de nerviosismo y desafío en la mirada, esperaba la respuesta de su padre. El doctor Zabaleta, un hombre curtido por los años y las responsabilidades, jugueteaba con su tenedor, evitando el contacto visual con Susana. Finalmente, con un suspiro resignado, rompió el silencio. "No me gusta Susana," dijo con voz grave, "no me gusta este… este muchacho. Todos esos comediantes… son… frívolos. Y ese programa… vulgar. No es para ti."

Susana apretó los labios, conteniendo la respuesta impulsiva que pugnaba por salir. Sabía que una confrontación directa no llevaría a nada. "Papá," respondió con voz suave pero firme, "Ricardo no es como los demás. Es inteligente, sensible, y me hace reír como nadie lo ha hecho antes. ¿No es eso lo importante?"

El doctor Zabaleta negó con la cabeza, "La felicidad es efímera, Susana. Lo que importa es la estabilidad, la reputación. Este muchacho… solo te traerá problemas. Escándalos. ¿No te das cuenta?"

"Pero papá, ¡ya no estamos en el siglo pasado! No puedo vivir mi vida preocupándome por lo que diga la gente. Si soy feliz con Ricardo, ¿qué más da lo que piensen los demás?"

"¡Me da a mí! Me da a mí porque soy tu padre y me preocupo por ti. No quiero verte sufrir, Susana. Estos… artistas… son volubles. No son confiables."

Susana respiró hondo, intentando controlar la frustración que crecía en su interior. "Ricardo no es así, papá. Él me quiere. De verdad me quiere."

La conversación continuó por horas, un tira y afloja entre la visión tradicional del padre y el anhelo de libertad de la hija. Susana argumentaba con pasión, defendiendo su amor y su derecho a elegir su propio camino. El doctor Zabaleta, aferrado a sus convicciones, intentaba proteger a su hija de lo que él consideraba un error inevitable. A pesar de la tensión, en el fondo ambos sabían que el amor que los unía era más fuerte que cualquier desacuerdo.

La noticia de la relación de Susana y Ricardo corrió como la pólvora en los medios de comunicación. Los titulares sensacionalistas, las especulaciones maliciosas, las críticas despiadadas… todo parecía confirmar los temores del doctor Zabaleta. Sin embargo, Susana se mantuvo firme, defendiendo su amor con valentía y dignidad. Con cada entrevista, con cada aparición pública, demostraba que su felicidad era genuina, que su relación con Ricardo era más que un capricho pasajero.

Poco a poco, el doctor Zabaleta comenzó a ver las cosas desde otra perspectiva. Observaba la felicidad de su hija, la sonrisa radiante que iluminaba su rostro, la seguridad con la que enfrentaba las críticas. Y empezó a comprender que quizás, solo quizás, se había equivocado. Quizás la felicidad de su hija era más importante que las convenciones sociales, más importante que la opinión de los demás.

El tiempo, como siempre, fue el mejor juez. La relación de Susana y Ricardo se consolidó, demostrando ser más fuerte que los prejuicios y los obstáculos. Y el doctor Zabaleta, conmovido por el amor y la perseverancia de su hija, finalmente aceptó a Ricardo, reconociendo que la felicidad es un derecho que no se puede negar, sin importar la edad, la profesión o las opiniones ajenas. La historia de Susana y Ricardo se convirtió en un testimonio de amor, un ejemplo de que la felicidad se puede encontrar en los lugares más inesperados, y de que el amor verdadero, cuando es auténtico, puede superar cualquier barrera.

Fuente: El Heraldo de México