
6 de abril de 2025 a las 15:20
El día que el boxeo conquistó la Monumental
El rugido de la multitud, un mar de rostros apretados bajo la imponente estructura de la Plaza México, un escenario reservado para la bravura taurina, pero esa noche, 26 de septiembre de 1954, vibraba con la danza de los puños. No era el olé, sino el grito de "¡Ratón! ¡Ratón!" lo que hacía temblar los cimientos del coloso. 55,000 almas, una cifra impensable, se habían congregado para presenciar un espectáculo inédito: el boxeo, bajo las estrellas, en el corazón de la México taurina. El aire, denso por la humedad de una lluvia previa, se cargaba aún más con la expectación, con la energía de una masa entregada a su ídolo, Raúl "El Ratón" Macías.
Imaginen la escena: Nate Brooks, el estadounidense, pisando la arena, sintiendo el peso de esas miradas, la presión de un ambiente hostil, la enormidad del escenario. Acostumbrado a rings más modestos, el coloso de Insurgentes debía parecerle un monstruo listo para devorarlo. Su récord de 10-2, un palmarés respetable, se empequeñecía ante la invicta marca de 15-0 del "Ratón", ante el fervor patriótico que lo impulsaba.
Tepito, cuna de campeones, había parido a un ídolo que encarnaba la astucia, la velocidad, la garra del barrio. Macías, con su estilo depurado, bailaba en el ring, esquivando los golpes de Brooks con la gracia de un torero, contraatacando con la precisión de un cirujano. Doce rounds de puro nervio, de intercambio de golpes, de una batalla épica que quedó grabada a fuego en la memoria colectiva.
No solo la victoria, conseguida con justicia a los puntos, consagró a Macías aquella noche. Fue la conquista de un espacio, la demostración de que el boxeo, el deporte del pueblo, podía llenar la Plaza México, rivalizando en popularidad con la fiesta brava. Un récord de asistencia imbatible, una marca que se agiganta con el paso del tiempo, ya que la propia estructura del coso, con su aforo reducido años después, impide que se repita semejante hazaña.
Incluso la leyenda Julio César Chávez, el "César del Boxeo", no pudo igualar la gesta del "Ratón". Su presentación en la Monumental, décadas después, no logró convocar a la misma multitud. Una prueba más de la magnitud del evento de 1954, de la huella imborrable que dejó en la historia del boxeo mexicano.
La imagen de Macías, con el brazo en alto, bañado por la luz de los reflectores, bajo el cielo de la Ciudad de México, se convirtió en un símbolo. Un símbolo de la pasión por el deporte, de la fuerza de un pueblo, del triunfo de un ídolo que, con sus puños, escribió una página dorada en la historia del boxeo nacional. Un legado que perdura, un eco que aún resuena en los muros de la Monumental Plaza México.
Fuente: El Heraldo de México