
4 de abril de 2025 a las 16:15
Veneno conyugal: el último mensaje de Cassiana
La tragedia tiñe de luto a una familia brasileña. Una historia de violencia doméstica que culminó en el peor de los finales: un feminicidio marcado por la crueldad y la premeditación. Cassiana, de 46 años y madre de tres hijos, perdió la vida a manos de su propio esposo, Rodrigo, quien le administró café envenenado con sosa cáustica. Un acto brutal agravado por la grabación de la agonía de la víctima, un video que el agresor envió a familiares de Cassiana, añadiendo una capa adicional de perversidad al crimen.
Este caso, lamentablemente, no se trata de un evento aislado. La violencia machista continúa cobrando vidas en Latinoamérica, y la historia de Cassiana expone las fallas de un sistema que a menudo no logra proteger a las mujeres que denuncian. A pesar de las repetidas alertas a familiares y amigos sobre el peligro que corría junto a Rodrigo, la ayuda no llegó a tiempo. Las denuncias previas, los videos enviados a su hermana mostrando las amenazas con cuchillo, la búsqueda constante de refugio en casa de familiares… Todos estos eran gritos desesperados de auxilio que, trágicamente, fueron ignorados o minimizados.
El relato de El Tiempo, que tuvo acceso a la información del caso, revela la escalada de violencia que Cassiana soportó durante un año. Un año de terror en el que la convivencia se transformó en un calvario, obligándola a abandonar el hogar en repetidas ocasiones. Este ciclo de violencia, tan común en los casos de feminicidio, evidencia la necesidad de una intervención temprana y efectiva por parte de las autoridades.
Las quemaduras internas, desde la lengua hasta el esófago, descritas en los reportes policiales, pintan un cuadro desgarrador del sufrimiento que Cassiana padeció. A pesar de los esfuerzos del Servicio de Atención Móvil de Urgencia (SAMU), la gravedad de las lesiones provocadas por la sosa cáustica impidió salvar su vida.
Este caso nos interpela como sociedad. ¿Qué estamos haciendo para proteger a las mujeres que viven bajo la sombra de la violencia? ¿Cómo podemos fortalecer las redes de apoyo y garantizar que las denuncias sean tomadas en serio? ¿Qué medidas debemos implementar para prevenir que estas tragedias se repitan?
La muerte de Cassiana no puede ser en vano. Su historia debe servir como un llamado a la acción, un recordatorio urgente de la necesidad de erradicar la violencia de género y construir una sociedad donde las mujeres puedan vivir libres de miedo. La justicia debe actuar con celeridad y contundencia para que Rodrigo pague por su crimen, pero más allá del castigo, es imperativo que se implementen políticas públicas que protejan a las mujeres, que eduquen en igualdad y que promuevan una cultura de respeto. Solo así podremos honrar la memoria de Cassiana y de todas las víctimas de feminicidio.
Fuente: El Heraldo de México