
4 de abril de 2025 a las 09:30
Suavemente me mata
El fantasma de una guerra comercial global se cierne sobre nuestras cabezas. No es una película de Hollywood, es la realidad que enfrentamos en 2025. La decisión unilateral de Estados Unidos de imponer aranceles, un "America First" llevado al extremo, ha puesto al mundo al borde de un precipicio económico. México y Canadá, a pesar de haber esquivado –por ahora– el impacto directo de aranceles generalizados, no han salido ilesos. La industria automotriz, el acero, el aluminio, incluso nuestra cerveza, pilar de nuestras exportaciones, se ven amenazados por esta política proteccionista. La incertidumbre se ha convertido en nuestra compañera inseparable.
No podemos ignorar el eco de la Gran Depresión. Aquel colapso del comercio mundial en la década de 1930, con su secuela de quiebras, desempleo y pobreza, nos sirve como una advertencia escalofriante. Los analistas advierten que las consecuencias de esta nueva guerra comercial podrían ser devastadoras. Y si bien la historia no se repite de forma idéntica, las similitudes son preocupantes.
La pregunta que todos nos hacemos es: ¿cómo lidiar con un liderazgo autoritario que parece dispuesto a todo con tal de imponer su voluntad? La respuesta no es sencilla. Requiere de diplomacia, estrategia y, sobre todo, unidad. No podemos permitirnos caer en la trampa de la confrontación directa, pero tampoco podemos permanecer pasivos ante las amenazas. El futuro de México, la seguridad de nuestros migrantes y el bienestar de millones de familias están en juego.
La amenaza se cierne como una espada de Damocles. El simple hecho de cuestionar las medidas impuestas por Estados Unidos es considerado una “imprudencia”. ¿Es esta la nueva normalidad? ¿Un mundo donde el diálogo y la cooperación son reemplazados por la imposición y el miedo?
Debemos recordar que destruir es fácil. Construir, en cambio, requiere de esfuerzo, paciencia y la convicción de que un futuro mejor es posible. Un futuro basado en el respeto, la libertad y la solidaridad. No podemos permitir que el miedo nos paralice. Debemos alzar la voz, defender nuestros intereses y trabajar juntos para construir un mundo más justo y equitativo. No podemos permitirnos un "killing me softly". Debemos luchar por nuestro futuro.
Más allá de las cifras y los análisis económicos, esta crisis nos confronta con una cuestión fundamental: ¿qué tipo de mundo queremos construir? ¿Un mundo donde el poder se impone por la fuerza, o un mundo donde la cooperación y el diálogo son las herramientas para resolver los conflictos? La respuesta está en nuestras manos. El futuro de México, y del mundo, depende de las decisiones que tomemos hoy. No podemos permitirnos el lujo de equivocarnos.
La situación actual nos recuerda la importancia de la diversificación económica. Depender excesivamente de un solo mercado nos hace vulnerables ante los cambios políticos y económicos. Es crucial fortalecer nuestras relaciones comerciales con otros países, explorar nuevas oportunidades y apostar por la innovación y el desarrollo tecnológico. Solo así podremos blindar nuestra economía y garantizar un futuro próspero para todos los mexicanos.
La incertidumbre que genera este clima de tensión internacional afecta no solo a las grandes empresas, sino también a las pequeñas y medianas empresas (PYMES), el motor de nuestra economía. Es fundamental implementar políticas públicas que las protejan y les permitan adaptarse a este nuevo escenario. Apoyar a las PYMES es invertir en el futuro de México.
Finalmente, no podemos olvidar el impacto humano de esta crisis. Miles de familias mexicanas dependen del comercio con Estados Unidos. Es nuestra responsabilidad proteger sus fuentes de ingreso y garantizar su bienestar. La solidaridad y la empatía son más importantes que nunca en estos tiempos de incertidumbre.
Fuente: El Heraldo de México