
5 de abril de 2025 a las 02:15
Música regional: ¿incita al delito?
El eco de los disparos y el rugir de los motores, convertidos en melodías, han vuelto a encender el debate. La reciente multa impuesta a Los Alegres de Barranco en Jalisco, por su homenaje a "El Mencho", líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, ha reavivado la polémica sobre los narcocorridos y su posible prohibición a nivel federal. ¿Es la censura la solución para frenar la glorificación del crimen que se teje entre notas y versos, o se trata de un ataque a la libertad de expresión? La discusión se torna compleja, con voces que claman por la protección del tejido social y otras que defienden la expresión artística, sin importar cuán incómoda pueda resultar.
Isaac del Bosque, especialista en seguridad, argumenta que estas canciones no son simples crónicas musicales, sino poderosos vehículos que refuerzan la cultura de la violencia y normalizan la vida criminal, especialmente entre los jóvenes, quienes se ven seducidos por la imagen de poder y riqueza que proyectan. Comparando la situación con Estados Unidos, donde algunas bandas han sido vetadas por sus vínculos con el narcotráfico, Del Bosque insiste en que no se trata de censurar un género musical, sino de combatir la apología del delito, una línea fina que se difumina entre la legalidad y la moralidad.
La historia de los narcocorridos, como señala César Jesús Burgos, investigador de la Universidad de Barcelona, se remonta a décadas atrás. No son un fenómeno reciente, sino una expresión que ha evolucionado, adaptándose a los tiempos y sirviendo como un reflejo, a veces distorsionado, de la realidad social. Burgos argumenta que estas piezas musicales actúan como mediadores, construyendo una narrativa que no solo legitima las acciones de los cárteles, sino que también atrae a nuevos reclutas, pintando un mundo de opulencia y poder, un espejismo peligroso que oculta la violencia y la destrucción que deja a su paso.
El peligro radica, según Burgos, en la normalización de la violencia. El narcocorrido transforma al criminal en un héroe, una figura romántica, dotándolo de una relevancia social que trasciende la realidad. Esta idealización, combinada con la música, crea un cóctel explosivo que puede resultar irresistible para jóvenes en busca de identidad y pertenencia.
A lo largo de los años, los narcocorridos han documentado, a su manera, la historia del crimen organizado en México. Han narrado las hazañas, reales o ficticias, de los capos, sus enfrentamientos con las autoridades y su ascenso al poder. Pero, ¿dónde termina la crónica y comienza la glorificación? ¿Es posible separar la expresión artística del mensaje que transmite? Las críticas a este género musical se intensifican, con la preocupación de que estas narrativas musicales influyan en la percepción de la violencia, presentándola como una opción viable, un camino a seguir.
En Jalisco, la propuesta de prohibición surge tras la creciente preocupación de que estos conciertos se conviertan en plataformas para enaltecer el narcotráfico. De implementarse a nivel nacional, México seguiría los pasos de países como Guatemala, donde este tipo de música ha sido vetada con severas sanciones. El debate continúa abierto, con la disyuntiva de proteger la libertad de expresión versus la necesidad de combatir la glorificación del crimen. ¿Es la prohibición la respuesta, o existen alternativas para contrarrestar la influencia de los narcocorridos en la sociedad? La búsqueda de un equilibrio entre la expresión artística y la responsabilidad social sigue siendo un desafío pendiente.
Fuente: El Heraldo de México