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5 de abril de 2025 a las 01:50

¿Homenaje a "El Mencho"? Jalisco investiga a Los Alegres del Barranco.

La música, espejo de la sociedad, reflejo de sus alegrías y tristezas, también puede convertirse en un eco indeseado de sus demonios. En Jalisco, el debate resurge con fuerza: ¿es la apología del delito a través de los narcocorridos una ofensa a las víctimas de la violencia? El gobernador Pablo Lemus Navarro lo tiene claro: sí. Y ha puesto en marcha una serie de acciones para, en sus palabras, “eliminar de nuestra cultura musical” la exaltación de la criminalidad. La reciente exhibición de imágenes de figuras del narcotráfico en un concierto masivo ha encendido la mecha. No se trata de censurar la expresión artística, argumentan las autoridades, sino de trazar una línea clara entre la libertad creativa y la glorificación de la violencia que desgarra el tejido social. ¿Es posible conciliar la tradición del corrido, arraigada en la cultura popular mexicana, con la necesidad de respetar el dolor de las víctimas?

El gobernador Lemus Navarro no se anda con rodeos: ha ordenado una investigación a fondo para esclarecer los hechos y citar a declarar tanto a los cantantes como a los productores del evento. "¿Qué relación tienen con los grupos delincuenciales que exaltaron?", se pregunta el gobernador, buscando respuestas que vayan más allá de la simple provocación artística. Las comparecencias, programadas para las próximas semanas, prometen arrojar luz sobre un tema que divide a la opinión pública.

Mientras tanto, en Zapopan, el alcalde Juan José Frangie ha lanzado una advertencia contundente: tolerancia cero a la apología del delito en espacios públicos. La clausura se perfila como la sanción definitiva para aquellos que reincidan en la exaltación de figuras del crimen organizado. Una medida drástica, sin duda, pero que refleja la firmeza de las autoridades ante un fenómeno que consideran una afrenta a las víctimas de la violencia.

El debate está abierto. ¿Es la música un simple reflejo de la realidad o un agente activo en la construcción de la misma? ¿Dónde termina la libertad de expresión y comienza la responsabilidad social? La polémica en torno a los narcocorridos nos obliga a reflexionar sobre el papel de la cultura en un país marcado por la violencia. ¿Es posible, como sugiere el gobernador Lemus Navarro, un regreso a las raíces musicales, a figuras como José Alfredo Jiménez o Juan Gabriel, como antídoto a la narcocultura? El camino no es fácil, pero el primer paso, el diálogo, ya se ha dado.

La firma de convenios con artistas del género regional mexicano, como el recién firmado con Alfredito Olivas, se presenta como una alternativa para promover una cultura de paz a través de la música. Se busca, no la censura, sino el compromiso de los artistas con una narrativa que no glorifique la violencia, sino que promueva valores de respeto y convivencia. ¿Será suficiente? El tiempo lo dirá. Lo cierto es que el debate en torno a los narcocorridos ha puesto el dedo en la llaga de una sociedad que busca sanar sus heridas y construir un futuro en paz. La música, como poderosa herramienta de comunicación, tiene un papel fundamental que desempeñar en este proceso. El desafío es encontrar el equilibrio entre la libertad artística y la responsabilidad social.

Fuente: El Heraldo de México