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4 de abril de 2025 a las 09:20

El romance en tu negocio ¿terminó?

La segunda presidencia de Donald Trump se tambalea. A escasos 75 días de su toma de posesión, las grietas en la fachada de un supuesto dominio político comienzan a hacerse evidentes. Más allá de la retórica triunfalista y las proclamas de un "mandato sin precedentes", la realidad política se impone con la fuerza de un tsunami. La reciente derrota en la elección judicial de Wisconsin, un evento aparentemente local, se transformó en un terremoto político de alcance nacional. La implicación directa de Trump, respaldado por la figura omnipresente de Elon Musk, convirtió esta contienda en un símbolo de la creciente resistencia al magnate. Este revés, lejos de ser un incidente aislado, se suma a una serie de señales que dibujan un panorama complejo para el presidente.

El llamado "día de la liberación" y sus controvertidas medidas arancelarias, lejos de generar la euforia esperada, han sembrado la discordia incluso dentro de sus propias filas. La rebelión de senadores republicanos, votando contra las tarifas a Canadá, es un síntoma claro del malestar que se respira en el partido. La pérdida de terreno en las elecciones especiales de Florida, donde la votación republicana se desplomó en distritos tradicionalmente conservadores, es una señal de alarma que no puede ser ignorada. La retirada de Elise Stefanik de la carrera por la representación ante la ONU, aunque aparentemente un hecho aislado, añade otra pieza al rompecabezas de la incertidumbre que rodea a la administración Trump.

Esta concatenación de eventos revela una verdad incómoda para el presidente: su base de apoyo, aunque ferviente, no es suficiente. La polarización extrema que ha caracterizado su trayectoria política lo ha llevado a una encrucijada. Si bien cuenta con la lealtad inquebrantable de un sector del electorado, su incapacidad para conectar con el resto del país lo convierte en un líder vulnerable. El abismo que lo separa de los votantes demócratas – un abismal 92% de apoyo republicano contra un escaso 5% de aprobación demócrata – es una fotografía de la profunda división que atraviesa la sociedad estadounidense. Según el analista Bill Schneider, "nunca hemos visto una diferencia partidaria tan grande desde la Segunda Guerra Mundial".

La dependencia de Trump de su base más radical es un arma de doble filo. Si bien le garantiza el control del partido republicano, lo limita a la hora de ampliar su influencia. La ausencia de Trump en las boletas electorales se traduce en una caída significativa de la participación republicana, un fenómeno que quedó patente en las recientes elecciones de Florida. Este escenario plantea un dilema para el partido: ¿seguir apostando por la figura polarizante de Trump o buscar una estrategia que les permita reconectar con el electorado moderado?

La historia política de Estados Unidos se caracteriza por sus ciclos pendulares, donde las épocas de conservadurismo son seguidas por períodos de mayor apertura. Tras dos décadas marcadas por el auge de la derecha más extrema, culminando con la presidencia de Trump, parece que el péndulo está comenzando a oscilar en la dirección opuesta. La reacción a las políticas de Trump se está gestando, y si, como predicen algunos economistas, las tarifas impuestas desencadenan una crisis económica, el precio lo pagarán los republicanos en las urnas en 2026 e incluso en 2028. El futuro político de Donald Trump, y del partido republicano, se encuentra en un punto de inflexión. Los próximos meses serán cruciales para determinar el rumbo que tomará el país. ¿Será capaz Trump de revertir la tendencia y consolidar su poder o, por el contrario, será testigo del declive de su influencia y el resurgimiento de una alternativa política diferente? El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra.

Fuente: El Heraldo de México